sábado, 11 de diciembre de 2021

El Castillo de los Cárpatos - Julio Verne (parte 2)

 

Como lo dedujo Frik, dos viajeros extranjeros han llegado a la posada del Rey Matías. Se trata del conde Franz de Télek y su acompañante Rotzko, a quienes en la mañana siguiente, se les habla de los sucesos acaecidos en el famoso castillo de los Cárpatos, despertando la curiosidad del noble que como buen incrédulo, les hace ver que en ese lugar no hay espantos sino gente viva, que debe esconderse en dicha fortaleza por algún motivo. El joven nota que está entre gente realmente supersticiosa y hacerles creer lo contrario y su error, no será nada fácil. No obstante, pensando en continuar su camino, se le ocurre preguntar sobre el dueño del castillo y cuando se le informa quien es, palidece de golpe repitiendo el nombre: Rodolfo de Gortz.

El autor nos introduce a estos nuevos personajes y a una lamentable historia; la vida del rumano conde Télek,  su amor por la cantante lírica Stilla cuando viajó a Italia (Nápoles) y la conoció y también a su rival, el misterioso barón Rodolfo de Gortz, que sin imaginarlo, lo ha encontrado en su viaje y pretende enfrentarlo luego de lo que le hizo; quitarle al amor de su vida.  Se dice que cuando la joven decidió dejar su carrera para casarse con el conde de Télek, provocó el malestar del público por privar al mundo del talento de la joven, como también provocó el odio hacia él de Rodolfo, quién en la última noche de ópera, estando en su balcón, se desveló su rostro ante la cantante en escena, provocándole tal espanto y terror que cayó muerta al instante. Franz enfermó de dolor y Rodolfo, desapareció para siempre, no sin antes, en una nota, culpar al conde de la muerte de su preciada y venerada artista. El barón la conoció primero y se había obsesionado con la voz de la joven.

Franz, una vez sabiendo lo que era de su personal interés, decide hablar con Nic para saber más de su experiencia y cerciorarse de que su hipótesis es real y que en ese castillo no hay fantasmas sino alguien real y que ese no es otro que Rodolfo de Gortz que regresó a habitar su morada y que por el motivo que fuese, ahuyentará a los vivos curiosos y eso es lo que desea saber. ¿Qué es lo que esconde?

Franz lo ha pensado mucho y recordando lo que sucedió cinco años atrás, decide ir al dichoso castillo para enfrentar al ser que le arrebató el amor, pues está seguro de que se trata de Rodolfo, quién está vivo, habitando de nuevo su castillo y quién por artilugios se está valiendo de ellos para ahuyentar a los curiosos y evitar ser molestado. Lo hace, pero es persuadido por Rotzko de regresar y dejar tan arriesgada y peligrosa empresa, sin embargo, en el momento en que se disponían a irse, una figura femenina le aparece en los dominios del torreón del castillo y Franz, creyendo alucinar, la reconoce. Su amor, su Stilla, está viva y con eso basta para permanecer en ese maldito lugar y rescatarla.

Franz, excitado por la locura, decide rescatar a la que cree prisionera del barón de Gortz y decide hacerlo solo, apartando a Rotzko e indicándole que lo espere esa noche en las tierras que rondan el desfiladero del Vulcano y que a media mañana, si aún no ha regresado, entonces que se vaya a Karlsburg y dé parte a la policía para que asalten el castillo. Rotzko obedece no muy convencido y una vez separados, Franz se dirige entonces a la fortaleza, que en la oscuridad de la noche no es más que una trampa mortal, trampa en la que cae cuando de repente se ve dentro del castillo, encerrado y siendo prisionero.

Dentro de la oscura fortaleza, Franz no sólo debió lidiar con el laberinto que representaba el lugar, sino que al perderse al ir descendiendo, de repente se encontró en una cripta, donde volvió a escuchar la voz de su Stilla, se creyó loco y al intentar salir, no sólo se dio cuenta que era prisionero del castillo sino también de la misma cripta por haberse quedado encerrado en el lugar.

Franz apeló a su todavía juicio porque si enloquecía estaba perdido. Al hablarle al sonido de la voz de su Stilla ella no respondió, según él no lo reconoció y por eso creyó que ella, en ese encierro de cinco años y con el monstruo de su captor había enloquecido y él, por ella y para rescatarla no podía enloquecer tampoco, por lo que hizo acopio de su ingenio y las pocas fuerzas que tenía para intentar escapar. Le costó encontrar una salida, y cuando creyó sentirse perdido y sin otra salida más que la locura y la muerte, logró dar bajo sus pies con el camino que lo llevó hacia una capilla en ruinas y aunque sin lograr salir del todo, debió detener su trabajo al escarbar cuando escuchó a una persona aproximarse y al verlo gracias a la luz de un farol que lo alumbraba lo reconoció; se trataba de Orfanik, un extraño inventor que siempre acompañaba al barón y entonces supo que realmente ese hombre estaba en el castillo, no tardando en verlo pues poco después le hizo compañía a Orfanik. Franz se asombra al reconocerlo y más por verlo exactamente igual a como lo vio la última vez, sin que el tiempo le alterara el aspecto físico. Eso le asombró como también le valió su escondrijo para escuchar la plática de esos dos.

Franz escucha la plática de los hombres y descubre todo cuanto ha acontecido. Nada ha sido sobrenatural como lo creen las gentes de Werst, sino obra de la ciencia, de la física y la química, gracias a los talentos del inventor Orfanik, cuyo genio, no reconocido por el mundo si fue apreciado por el barón, poniéndose entonces a su servicio. Todo lo pasado desde la cola de humo visto por Frik tiene su explicación lógica y científica y la manera en la que el barón se daba cuenta de todo lo que pasaba en el pueblo, era gracias a un hilo de cobre que conectado a un teléfono, en su castillo escuchaba todo desde la posada sin necesidad de auricular, haciendo que pudiera prepararse para espantar a los supersticiosos por todo lo que escuchaba de los que se reunían allí. Así fue como Nic escuchó la voz que le advirtió del peligro si iba al castillo, gracias a la maquinaria de Orfanik, hizo producir una serie de fenómenos proyectados que fueron los que espantaron a Patak, lo que pasó con Nic en el puente levadizo fue una descarga eléctrica y el que Patak no pudiera moverse fue por unas placas que como imán lo sujetaron al suelo. Ahora Franz lo sabía todo, sin embargo, el barón y Orfanik se preparaban para huir por un pasadizo que conectaba el castillo con la garganta del Vulcano, porque sabían que Rotzko venía hacia ellos con una tropa de policías y a ellos no se les iba a engañar con supuestas artes diabólicas. No obstante, el barón había dicho una sola cosa que paralizó a Franz; mientras Orfanik se adelantaba hacia la ciudad de Bistritz, él escucharía por última vez la voz de su Stilla.

Luego que los hombres se fueran de la capilla y quedaran en sus planes, Franz, que ha vuelto a quedar solo en la oscuridad, aprovecha seguir con su tarea de quitar los viejos ladrillos con la ayuda de su cuchillo hasta lograr salir a la capilla donde momentos antes, estaba Rodolfo y su inventor. Se dirigió a la puerta por donde les vio salir y después de un desesperado recorrido se vio en un salón con algunos extraños artilugios que no alcanzaba a comprender, sin embargo, en un sillón miró al barón sentado e inmóvil y cuando se disponía a atacarlo, la visión de su Stilla cantando esa última aria en el teatro de Nápoles, lo paralizó dándole toda su extrema atención y desviándolo de su propósito. Verla lo extasió, pero también lo perturbó ya que él no entendía como es que ella no le reconocía al verlo, la creyó realmente loca bajo los dominios del barón y su encierro. Al momento que Franz se precipita hacia ella para llevársela, se topa frente a frente con Rodolfo que reacciona viendo a su enemigo vivo y cerca de él, y para herirlo más, en el momento en que Franz creyó rescatar a Stilla, Rodolfo se lanza hacia ella sin que Franz pudiera detenerle a tiempo y le encaja a la figura femenina, en el corazón, el mismo cuchillo de Franz, provocando que la figura de la mujer se quiebre en miles de fragmentos cuál cristal. Franz está demasiado aturdido ya que al ver aquello y sin comprender, casi lo enloquece y ya sin tener más fuerza, intenta atacar al barón, pero cayó desvanecido cerca de su enemigo y Rodolfo, aferrándose a una extraña caja, huye de su salón porque sabe que falta poco para que el castillo vuele en pedazos, no obstante en su huida y ante una primera detonación, Rotzko le reconoce a distancia y disparándole, no le hiere a él sino que destroza la caja que con tanto cuidado se llevaba, haciendo que Rodolfo enloquezca de dolor y de ira. En ella se llevaba la voz de Stilla que tanto había preservado y que ahora le habían destruido y para colmo, otra detonación se produjo, haciendo volar gran parte del castillo en lluvia de piedras.

El desenlace se acerca y al ver Rotzko y Nic la explosión del castillo, les asustó ya que el primero solo pensaba en su amigo y su destino. En los escombros entre la muralla y la base del torreón encontraron un cuerpo que cualquiera en Werst reconocería y del cuál dieron fe; se trataba de Rodolfo y al seguir buscando, encontraron el de Franz en el primer piso del torreón que gracias a un arco medio hundido de la muralla no quedó sepultado y aunque estaba vivo, (aunque desvanecido) únicamente como delirio repetía la frase del aria de su amada con la mirada extraviada y sin reconocer a nadie. Habían pasado tres días desde que el conde decidió enfrentar a Rodolfo y rescatar a Stilla, por lo tanto, era lógico que sin la ración adecuada de agua y alimentos, sumado a la oscuridad del encierro donde no supo si era de día o de noche y su frustración por no lograr salir, como también haber visto lo que pasó con su Stilla, Rotzko con tristeza supo el estado que su amo presentaba; por desgracia había perdido la razón.

¿Cómo se supo entonces estas situaciones que se narraron si el único que podía decirlo estaba demente? 

Resulta que cuatro días después, Orfanik que se cansó de esperar al barón en la ciudad de Bistritz, donde se encontrarían y viendo que no aparecía, decidió regresar a Werst y rondar por los despojos del castillo, pero gracias a Rotzko que le conocía, los policías le aprendieron y le interrogaron. Resulta que no sólo confesó que la cantante estaba bien muerta y enterrada en Nápoles, sino que a la obsesión del barón por ella, utilizó unos aparatos llamados fonógrafos para en sus placas grabar la voz de la mujer en sus representaciones de Stefano y Orlando en el teatro, de ahí el que su voz se escuchara pues era lo que calmaba al barón todas las noches y hubo algo más; un sencillo artificio de óptica. Como Rodolfo tenía un magnífico cuadro de la Stilla, esa misma imagen, reproducida en espejos y en lugares estratégicos, daba la impresión de volverse una aparición y fue así como utilizando ese truco, Franz fue atraído hacia el castillo, pues las intenciones de Rodolfo era no sólo aprisionarlo sino matarlo, ya que tenían los planes de provocar la explosión y el barón de huir hacia Bistritz que era donde Orfanik le esperaba. Así pues quedó explicado y resuelto el misterio que rodeó en esos días desde el humo en el torreón a la aldea de Werst, despertando la excitación en sus habitantes y también sus supersticiones. 

Lo que Orfanik dedujo es que el barón no buscó escapar sino sepultarse más rápido y morir debido al disparo que le destruyó la caja que llevaba, ese era un fonógrafo y sin la voz de Stilla, para él ya no tenía caso seguir viviendo. El resto de fonógrafos Orfanik se los dio a Rotzko para ayudar a la condición del conde, que en efecto, fue llevado a su castillo en Krajowa y sólo ante la voz de su amada, reaccionaba un poco de su mente perdida hasta con el tiempo, volver a recuperar su razón.

Una semana después de los sucesos en el castillo, Nic y Miriota, su prometida, se casaron y aunque los sucesos fueron explicados con base científica, (algo que repetía Patak dándose la razón desde el principio como buen incrédulo) para los personajes notables de Werst seguían siendo sobrenaturales y esas leyendas transilvanas, seguirán contándose tras generación y asegurar que seres de otro mundo, los rondan y que se niegan a dejarlos, especialmente, al castillo de los Cárpatos.

Sin duda una historia corta de 18 capítulos, pero que se van en un suspiro. Muy entretenida y muy bien narrada a pesar del exceso de descripciones tan minuciosas y tan concretas que sorprenden como si el autor hubiese estado en esos lugares, haciendo al lector participe de ello. Sólo el genio de Verne pudo mezclar la ciencia y lo paranormal, introduciendo al lector en tan atrapante historia sin dejar de leer hasta el final, encajando toda la trama y los sucesos que mantiene al lector enganchado por su aire tétrico y dando la explicación lógica con base en la ciencia.

Una obra muy recomendable, una lectura agradable y una historia, que por su drama romántico le llega uno a tomar cariño y tener empatía por el pobre conde de Télek y a su vez, respeto al barón de Gortz. En lo personal, no niego que estas explicaciones científicas me decepcionaron un poco, aunque sean lógicas (desde lo que le pasó a Nic deduje que había sido alguna corriente lo que le aturdió) pero es que en el misterio está el encanto y yo prefiero quedarme con la parte sobrenatural de la historia, con el encanto de la fantasía, con la idea de un castillo embrujado y con la historia de la dinastía de Gortz, que aunque fueron humanos comunes, nada quita imaginar que este Rodolfo tenía su lado macabro e inmortal o al menos, algo sobrenatural. ¿Qué rostro le hizo ver a la Stilla para que tal fuera su impresión y cayera muerta?

Si aún no conoces la historia te invito a que lo hagas y leer lo que sería un "delicioso entremés" entre las obras del gran Julio Verne.


domingo, 5 de diciembre de 2021

El Castillo de los Cárpatos - Julio Verne (parte 1)

Título: El Castillo de los Cárpatos

Autor: Julio Verne 

Año: 1892

Género: Terror gótico

Una obra alejada del estilo de ciencia ficción del autor es precisamente esta y de hecho, leer esta narrativa es algo difícil asociarla a Verne, aunque por ser una novela corta y de temática gótica y de terror, con su toque de romance, misterio y drama, ambientada en la fascinante Transilvania y que destaca su minuciosa descripción, abrió la brecha para otras obras posteriores; Drácula de Stoker y El Fantasma de la Ópera de Leroux.

"Esto no es una narración fantástica; es tan sólo una narración novelesca. ¿Es preciso deducir que, dada su inverosimilitud, no sea verdadera? Suponer esto sería un error."

Con estas palabras inicia el escritor a introducirnos a una historia que, como dije, a pesar de su minuciosa descripción del entorno, lenguas, lugares y datos históricos, te va atrapando a medida que lees. 

En la alejada y pequeña aldea de Werst, cerca del río de Valaquia, en Transilvania, tierra de leyendas y supersticiones, yace apacentando un rústico pastor llamado Frik, cuya tranquilidad se ve alterada cuando pone su atención en el lejano castillo en la meseta de Orgall, en donde gracias a un catalejo que le vende un buhonero, mira que de dicho castillo, que se supone abandonado, sale humo de un torreón y entonces, decide dar la alarma, alterando a su vez, a las personas de la aldea. 

El autor describe con detalle el famoso castillo, su historia y a su extraño propietario; el barón Rodolfo de Gortz. Personaje que quienes le conocen o han oído hablar de él, le temen por ser tan misterioso, llegando a creer que ni siquiera es humano.

El pastor Frik, superticioso por naturaleza, asustado le informa a su amo, el biró Koltz, autoridad del pueblo, lo que vio en el dichoso castillo que suponen abandonado y esto enciende las alarmas de los demás vecinos que se dieron cuenta del asunto, debatiendo que hacer, pues era la creencia de que el lugar estaba maldito y asustaban.

Las personas (más notables) se reúnen en la posada de un judío llamado Jonás, dueño del "Rey Matías" siendo sólo unos cuantos; Frik, Koltz, un maestro de nombre Hermond, un médico llamado Patak y un valiente guardabosques (futuro yerno del biró) para debatir qué hacer y es éste precisamente,  quien decide ir al castillo y saber la causa del humo en el torreón. Se trata de Nicolás Deck, quién reta a otro íncrédulo personaje a acompañarlo; el doctor Patak.

Nic, el guardabosques, apuesto, ágil y vigoroso, prometido de la hija de la máxima autoridad del pueblo, a pesar de recibir una extraña advertencia de no ir a esa expedición por parte de una voz invisible que le vaticina desgracia, decide enfrentar el misterio del castillo e ir, junto con Patak, médico de la región que incrédulo de los espíritus, al final su miedo sale a flote, pero sin librarse del reto y ambos se internan en el bosque y al camino que los llevará al que creen el embrujado castillo de los Cárpatos.

Los viajeros exhaustos por la travesía se preparan para acampar pues les cayó la noche, sin embargo, el doctor (que olvidó su incredulidad para sucumbir al miedo) no pegó ojo en toda la noche siendo víctima del pánico y las supersticiones, en cambio Nic logró descansar algo, sólo para ser despertado por el tañido de una campana que provenía de ese castillo embrujado, haciendo que ambos hombres se paralizaran, uno de miedo y el otro como por hipnotismo. Al amanecer siguieron su ruta, no obstante, el valiente Nic que llegó a escalar el castillo, pronto supo que la amenaza recibida por aquella voz se haría realidad, dándose una caída del puente levadizo y perdiendo el conocimiento.

Frik que no había dejado de ver por su lente, creyó que los dos hombres que había divisado a lo lejos eran Nic y Patak, pero no, al parecer eran un par de extranjeros que como buenos turistas, se dedicaban a conocer esas tierras valacas y probablemente, llegaran hasta la aldea buscando una posada. No obstante, ante la tardanza de los valientes, el señor Koltz y compañía, deciden ir tras el dúo insensato y encontrándolos, los traen de vuelta al pueblo. Nic no murió tras su caída, pero si lo traían en camilla y no muy bien. El doctor Patak luego cuenta la odisea de su viaje, los sustos que vivió, las visiones que vio y también la caída de Nic que presenció. Físicamente, el hombre no estaba bien y sólo esperaban que el padecimiento del guardabosques pudiera curarse con remedios normales y no con sobrenaturales.


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viernes, 5 de noviembre de 2021

La leyenda de Sleepy Hollow - Washington Irving (2/2)

Cuenta el narrador que varios años después, un viejo granjero que estuvo en Nueva York y por quien se conoce la historia, aseguraba que Ichabod vivía, pero que por sus miedos, sumado al rechazo de la heredera Van Tassel, se había ido de Sleepy Hollow a otro lugar del país y donde había seguido estudiando llegando a ser abogado, periodista, político y magistrado.

Poco después de la desaparición de Ichabod, Bones desposó a Katrina y algunos aseguraban que cuando se mencionaba el suceso, el hombre estallaba en carcajadas, lo que hacía deducir que él sabía más de lo que aparentaba. No obstante, las ancianas del lugar aseguraban que el ilustre profesor había desaparecido por las artes sobrenaturales y a raíz de eso, el puente se volvió el objeto del terror supersticioso haciendo que el camino se cambiara y se evitara pasar por él. La que fue la escuela pasó al abandono, pues se murmuraba que allí aparecía el espíritu del pobre pedagogo, víctima del infortunio ya que más de un lugareño, creía oír su voz a la distancia entonando alguna de sus melodías en el tranquilo e inquietante silencio de Sleepy Hollow.

La nota final que agrega el autor y la descripción del viejo granjero que contó la historia, hace pensar que dicho cuentacuentos posiblemente era el mismo Bones que al ser cuestionado por otro de los caballeros que escuchó el relato, se limitó a decir que la moraleja era simple; "no existe ninguna situación que no tenga sus ventajas, siempre que se sea capaz de soportar una broma". Es por esto que se asegura que el dichoso jinete que le apareció a Ichabod no era ningún espectro sino el bromista de Bones que sabía que sólo así y valiéndose de esa treta, reforzada por los miedos del profesor, iba a librarse de su rival y tener libre el camino para seguir cortejando a Katrina y casarse con ella e inclusive, el relato termina haciendo ver los aires de triunfo del cuentacuentos quien al final dice que ni él mismo cree ni la mitad de lo que contó.

La historia de Sleepy Hollow contiene una narrativa muy amena con descripciones del entorno y personajes que te meten de lleno en el relato, volviéndote parte de él que entre el humor, el suspenso y el misterio te mantienen pegado al escrito, que por ser corto, se lee en un suspiro, haciéndote desear más.

Cabe mencionar que la producción de Disney del 49 es la que más destaca por mantenerse fiel al relato original y a la descripción física del protagonista.


La versión de Disney en inglés

No así, la adaptación cinematográfica que nos ofreció Tim Burton en el 99, que junto al genial Johnny Depp, nos mostró una trama diferente y mucho más oscura, pero con una espectacular ambientación y locación que igualmente nos atrapó por mantener también algunos aspectos del relato, aunque dándole un peso más macabro al personaje del jinete y su historia y haciéndole la justicia que merece. 



Johnny Depp como Ichabod Crane


Los cambios drásticos fueron muy evidentes como el que Ichabod no se asemeja al del relato ni tampoco es profesor, Katrina tiene una madrastra que no es lo que aparenta y el espectro del jinete que busca su cabeza, es a quien le atribuyen una serie de asesinatos en la región por decapitar a todas sus víctimas. Una producción algo distante del cuento original, pero igualmente atractiva por ese giro de macabro terror, sello de Tim Burton, que te hace disfrutar la película de principio a fin. Y en ambos casos, la versión animada y la de Burton, son un completo disfrute. 

Trailer de la película de Tim Burton

¿Y tú ya leíste la obra? Hazlo y te aseguro que pasarás un rato divertido porque más que asustarte te vas a reír gracias a la narrativa del autor y la peculiaridad de un personaje como el inolvidable Ichabod Crane.


La leyenda de Sleepy Hollow - Washington Irving (1/2)

Título: La leyenda de Sleepy Hollow

Autor: Washington Irving

Género: Relato corto de terror/ Cuentos de fantasmas.

Año: 1820


Un relato verdaderamente entretenido y que más que escalofríos, te arranca las risas por la manera humorística de narrar del autor y las descripciones que da de los personajes y entorno.

El escritor nos presenta una historia que quedó registrada entre los documentos de un tal Dietrich Knickerbocker, quien nos introduce en primer lugar la locación, situándonos en Tarry Town, un pueblito a las orillas del Hudson en Nueva York y muy cerca de él, se encuentra una región donde la excesiva tranquilidad y el ambiente sobrenatural, parece sumir en letargos a sus habitantes. Dicho paraje es conocido como Sleepy Hollow. Es el año de 1784 y este lugar, que ha sido asentamiento colono holandés, está encantado en leyendas y supersticiones y uno de sus principales relatos fantasmales incluye al espectro de un soldado Hessiano que perdió la cabeza por la bala de un cañón, el aparecido es conocido como "El jinete sin cabeza de Sleepy Hollow"

En este escenario se nos introduce al protagonista, un peculiar personaje llamado Ichabod Crane, pedagogo oriundo de Connecticut y cuya descripción de su físico y apariencia, sumado a su manera de ser, arranca las risas. Un maestro rígido que no sólo imparte conocimiento, sino justicia e ingenio, esta última, una cualidad que le ayuda a sobrevivir en la pequeña comunidad, siendo huésped semanal en la casa de algún alumno de buena madre cocinera y evitarse así gastos de su raquítico sueldo que apenas le sustenta. Se describe que Ichabod es muy supersticioso y poseedor de una desbordada imaginación por la que, a veces se lleva sus sustos, sin embargo, debido a su compromiso intelectual para con su escuela y actividades corales religiosas, sumado a su servicio a la comunidad, tiene el respeto y aprecio de los habitantes. Un buen día, entre los jóvenes que asisten a sus clases de canto, conoce a Katrina Van Tassel, la hermosa, coqueta y única hija de un rico y próspero comerciante, encandilándose desde el primer momento con ella y fantaseando con sus amores y su fortuna, no obstante, se da cuenta de que no es el único que se ha rendido a los encantos de la heredera por lo que sabe que la lucha por su atención con los demás galanes campestres, será sólo el principio, especialmente cuando se atraviesa en escena Abraham Van Brunt, que en parte ahuyenta a los demás menos a él y la guerra entre ambos personajes comienza. Por desgracia Van Brunt, que también es llamado  "Brom Bones" le aventaja demasiado en apariencia; es musculoso, algo agraciado, pero fanfarrón, medio bruto y bromista, en cambio el maestro que se describe "seco de carnes" cabeza chata, grandes orejas y nariz alargada y prominente, no será un galán, pero sus modales elegantes y exquisitos, sumado a su ilustración e intelectualidad, es su mayor atracción y el que uno tenga cabeza y el otro no, es una gran diferencia para la contienda que tendrán por la atención de Katrina. 

La invitación a una fiesta otoñal que ofrecen los Van Tassel en su propiedad les llega a todos, incluyendo al corpulento Bones y al escuálido pedagogo, e Ichabod aprovechará para conquistar a Katrina (y su fortuna) y declararse, cosa que a Bones molesta. Lo que el ilustre maestro no esperaba era que las historias espeluznantes  sobre espíritus y aparecidos fueran contadas bien entrada la noche, siendo protagonistas algunas personas y también parajes del lugar, como un árbol torcido donde apresaron a un tal André y un famoso puente cerca de la iglesia donde se supone el espectro del "sin cabeza" se desvanece en fuego y azufre al no poder cruzarlo, sumando el profesor entonces su participación en la narrativa por un libro sobre brujas que leía, no obstante, Bones narra su experiencia fantasmal con el "sin cabeza" captando la atención de todos, incluyendo la de Ichabod. Bones aseguraba que tuvo una carrera con el espectro y que llegando al mentado puente, el espíritu se desvaneció en fuego. Cuando la fiesta se terminó y las personas se iban, Ichabod aprovechó para hablar con Katrina, pero el autor deja la duda de esa entrevista que acabó mal e Ichabod se marcha descorazonado y es en ese tramo entre la propiedad y el camino a Sleepy Hollow que el profesor, en esa noche oscura, tendrá su mayor experiencia sobrenatural.

La ensoñación del maestro durante la fiesta en la que su mente era prisionera de sus planes de amores, manjares y fortuna, le había impedido ver la realidad que ahora le golpeaba porque no se imaginó el rechazo de Katrina y menos, verse solo en tan tétrico paraje de vuelta al pueblito. Para colmo, todas las historias contadas alimentaron la imaginación de Ichabod por lo que buscando tranquilizarse a sí mismo sigue su camino al sonido de su propio silbido, no obstante, su mente se encargó de reproducir todos sus temores y ser presa del pánico, ya que la soledad y oscuridad, sumado a las sombras que la naturaleza ofrecía, hacían de su andar un verdadero suplicio y a eso se le suma el viejo caballo que montaba que tampoco ayudaba, contribuyendo también a alterar excesivamente sus nervios ya que no tenía intención de apresurar el paso por más aporreo que le daba a sus costillas. De pronto se vio seguido de una sombra de gran tamaño, de una que le terminó de disparar el terror pues a pesar de la oscuridad su silueta la reconoció muy bien, el jinete sin cabeza ya le hacía compañía.

"Al pobre maestro se le pusieron los pelos de punta. ¿Qué debía hacer? Era demasiado tarde para dar la vuelta y huir..."

"Era un jinete gigantesco, montando un caballo negro de enormes proporciones..."

El caso es que el recién aparecido se empecinó en hacerle compañía al pedagogo, si Ichabod trataba de correr, el jinete hacía lo mismo y si aminoraba la velocidad, pasaba igual, pero cuando el cielo aclaró un momento, el maestro se horrorizó al ver que la sombra silenciosa y espectral ¡No tenía cabeza! y su terror llegó al límite cuando vio que la misma se hallaba sobre la montura delante del jinete. Es aquí donde Ichabod entró en la desesperación, espoleó el viejo caballo sin imaginar que en su carrera sería perseguido por su silencioso y macabro acompañante.

"El espectro avanzó con la misma velocidad, corrían sacando chispas del suelo"

De pronto, el caballo de Ichabod que debía seguir el camino hacia Sleepy Hollow se desvió a otro que daba al famoso puente y la pésima habilidad de su jinete, sumado a una montura que se aflojó fue el detonante para que en la carrera amenazara con caerse, quedando sujetado del cuello del caballo y es porque al final, la silla terminó cayéndose, viendo con horror como era pisoteada por el espectro montado que le perseguía, sin embargo Ichabod debía concentrarse en él y su incómoda postura hasta lograr llegar al otro lado del bendito puente a pelo de su caballo y como pudiera sostenerse, pues el fantasma que no iba a poder cruzar se desvanecería en fuego y él estaría salvado. Instigando al caballo logró pasarlo, pero al ver hacia atrás observó que el espectro en vez de desaparecer en fuego como se suponía debía hacerlo, se puso de pie sobre su infernal corcel dispuesto a lanzarle su cabeza al profesor, quien quiso esquivarla sin éxito, un fuerte golpe azotó en su cabeza con tanta fuerza que lo arrojó al suelo cayéndose del caballo.

Otro día no se supo nada del pedagogo, había desaparecido y solamente se encontró su caballo, su sombrero y una calabaza hecha pedazos. El suceso fue objeto de muchas especulaciones, corriendo toda clase de chismes, llegando a una sola conclusión; dada las historias fantasmagóricas, no había duda de que el jinete sin cabeza le había aparecido a Ichabod, llevándoselo con él.

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domingo, 31 de octubre de 2021

El Vampiro - John William Polidori

 

Título: El Vampiro
Autor: John William Polidori
Género: Relato Gótico 
Tema: Terror vampírico
Año de Publicación: 1819

Un relato inquietante donde se refleja la verdadera naturaleza asesina del vampiro (no romántica sino oscura) es esta obra. ¿Conoces al vampiro de Polidori?
El autor nos presenta a un personaje misterioso que se pasea de repente por la sociedad de Londres, especialmente en sus noches de fiestas, donde las primeras en ser atraídas son las mujeres, sean solteras o casadas. En ese mismo tiempo aparece Aubrey, un joven de sociedad que también se siente atraído en curiosidad por la personalidad del enigmático ser y decidiendo hacer un viaje, se encuentra con la invitación de Lord Ruthven, que así se llama el misterioso caballero, para que lo acompañe, es así como Aubrey, excitado por la aventura y por conocer más de su compañero accede a viajar juntos. Sin embargo, Aubrey comienza a notar lo extraño que es y lo corrobora cuando en Roma, Lord Ruthven trata de seducir a una joven y él se lo impide. Es aquí donde luego del incidente se separan y Aubrey decide irse a Grecia sólo para conocer a Ianthe, una linda lugareña de la que se enamora perdidamente. En sus paseos ella le cuenta sobre los vampiros, pero él se muestra escéptico hasta que empieza a atar cabos con la descripción de ella y las semejanzas con Lord Ruthven. Para colmo, un día, él en un paseo le llega la noche y se ve perdido en un bosque desde donde escucha gritos femeninos que lo conducen a una cabaña, sólo para encontrarse con una preciosa difunta y la sombra de un misterioso atacante que por poco y lo mata también. Cuando el personaje huye, Aubrey nota que la joven muerta es su Ianthe y eso lo devasta. Poco después aparece Lord Ruthven y para que se recupere le invita a seguir viajando. Durante un recorrido por un sitio rocoso, son atacados por bandoleros que hieren a Lord Ruthven y antes de morir, obliga a Aubrey a hacerle un juramento sobre no hablar de su muerte durante un año y un día. Aubrey regresa a Londres luego del supuesto entierro de Ruthven, no obstante, poco tiempo después la figura de un hombre parecido le inquieta puesto que le vio muerto, mas no si fue realmente enterrado. Sin embargo, empieza a creer que se trata de la misma persona cuando escucha su voz recordándole su juramento de no hablar de él.

"Cuando Aubrey  más  meditaba  en  ello,  más  transtornado  estaba. Su  juramento le abrumaba.  ¿Debía permitir, pues,  que  aquel  monstruo rondase  por el  mundo, en  medio de tantos seres queridos,  sin delatar sus  intenciones?"

El joven ya no sabe si es real o alucina, pero esto lo obliga a callar y al mismo tiempo, a tener crisis nerviosas que poco a poco y con los meses, lo van deteriorando volviéndolo un ser decadente y minando su salud hasta caer en cama. Para colmo, su hermana, que no se explica el mal que le aqueja, se ha comprometido en matrimonio, nada más y nada menos que con un hombre que conoció en una fiesta de sociedad, asunto que Aubrey ignoraba y cuando se entera de que se trata del mismísimo Lord Ruthven  trata de impedirlo sin éxito pues todo está en su contra. Sintiéndose demasiado enfermo y antes de morir y de vencerse el plazo, le deja una carta a su hermana donde le ruega aplazar la boda, sin embargo, los criados creyéndole ya un perturbado mental, no le entregan la carta a la joven a tiempo para no arruinar su víspera matrimonial, por lo que, al morir Aubrey sin tener el tiempo de revelar el secreto del vampiro, nadie sospecha nada y llevándose a cabo la boda, en la noche de la misma, el cuerpo de la joven es encontrado sin sangre. Había sido asesinada por un vampiro, el mismo con el que se había casado y que después del hecho, había desaparecido.

Análisis:
¿El triunfo del mal sobre el bien? El relato hace ver la verdadera naturaleza del vampiro, su crueldad y manipulación, como también la seducción y el someter a cuantos le conocen. Un vampiro no dejará pasar nada y siempre buscará cobrarse algún estorbo, especialmente aquello que le impida llevar a cabo sus propósitos, sin que le importe nada. Su meta es siempre ganar y jamás perder.
Pero, ¿Qué más nos quiere decir el autor? ¿Ficción vrs realidad?
Para nadie es desconocido que la obra nació durante el verano de 1816 en Ginebra, donde Lord Byron, que había alquilado una residencia, se reunió con otros amigos y durante una noche lluviosa de lectura, les reta a escribir una historia de terror, terminando únicamente el trabajo Polidori y otra escritora; Mary Shelley, creando así su famoso personaje Frankenstein. Sin embargo, el vampiro de Polidori creó controversia al reflejar mucho de la personalidad de Byron en el personaje, (sin contar otras series de similitudes) estallando así una polémica no sólo en la autoría de la obra y a quien realmente atribuirla, sino también desembocando en el distanciamiento de Byron y Polidori, llevando esa consecuencia reflejada en el estado físico de Polidori hasta su prematura muerte.
Y es que se dice que en el relato de "El Vampiro" el autor se retrató a sí mismo como Aubrey y a Lord Ruthven como Byron, así como algunas experiencias reales vividas y plasmadas en el escrito. Ambos habían simpatizado desde el principio, pero la fuerte, excéntrica y descarada personalidad de Byron, destruyó la débil de Polidori, triunfando el famoso poeta sobre el pobre médico. La admiración que al principio sentía Polidori por su amigo, pronto se volvió decepción y eso afectó la vida del creciente escritor que, teniendo que soportar burlas y críticas dañinas a sus escritos por parte de Byron, le impidió crecer y desarrollar el talento y su manera de ser que muchas veces debió reprimir llevándolo -dicen- a su propio suicidio para poner fin a su desdicha. Un ejemplo claro de lo que una relación tóxica puede provocar. Cabe mencionar que no se desmiente ni confirma una relación íntima homosexual entre ellos, aunque bien era sabida las tendencias de Byron, como también conocida su estrecha amistad al principio, algo que valió mucho para Polidori y al parecer nada para Byron. El fin de esa amistad en la vida real fue igual al relato dejado por Polidori. ¿Habrá sido premonición?
Ciertamente, el autor supo describir, inspirado a partir de una persona real, a un vampiro verdadero, a un ser oscuro y malévolo como los hijos de las tinieblas que son.
¿Y tú ya conoces al vampiro de Polidori? Ten cuidado si te encuentras con un Lord Ruthven, huye de su atracción y sensualidad pues son sus principales armas para la destrucción. Su fin es el tuyo, así es el verdadero vampiro, así es la naturaleza de un depredador.

"¿Quien podía resistirse a aquel poder?  (...) En  fin, supo utilizar con  tanto arte  sus  astutas  mañas, (...)"


lunes, 25 de octubre de 2021

Mi "epílogo" de Montecristo (parte 7)


XII

"Está hecho" había pensado para sí nuestro querido Dantés cuando se enteró de lo sucedido a Danglars. Los tres personajes que contribuyeron a la destrucción de su vida ahora estaban bajo tierra con sus cuerpos pudriéndose y sus almas atormentándose. Caderousse, Fernando y Danglars ya habían saldado su deuda. Después de todo, el plato frío de la venganza le había sabido exquisito. No obstante, era hora de cerrar de una vez ese capítulo y dejar el pasado atrás, aunque al igual que el señor Noirtier, él también pusiera en duda la demencia de Villefort, la pieza que faltaba para que la venganza de Montecristo estuviera completa porque saberlo loco no era suficiente, eso simplemente podía ser una farsa, una treta que lo librara de su verdadero castigo. Él tampoco se engañaba y era mejor vigilar ese asunto de cerca.

Habían pasado tres meses ya de un hombre sin máscaras y para nuestro querido personaje, que nada le era oculto, reflexionaba en toda la información recibida con la concentración que requería. Aprovechando que su querida Haydée había salido con Alí para hacer unas compras, él acabando un café que le había servido Bautista y con esa expresión tan imperturbable que le caracterizaba a su atractivo rostro, miraba el horizonte del vasto océano sentado en un cómodo sillón que ocupaba el balcón de su habitación, mientras a su vez, sus dedos rozaban los sobres que estaban esparcidos sobre la mesa que tenía a su derecha.

Tenía tanto en qué pensar por lo sabido que no sabía de qué lado de la balanza poner los asuntos para encontrar el equilibrio. Sin embargo, por más que trató de no inmiscuirse, era menester al menos, intervenir en uno.

Los informes que recibía de su gente, Jacopo por un lado y Vampa por el otro, no le notificaban nada nuevo ni nada que su fortuna no fuera capaz de solucionar. Saber de Danglars fue sólo un suceso más, saber de Alberto y su bienestar era su promesa a Mercedes, saber de cada uno de los amigos del ex vizconde de Morcef era una manera de jugar por adelantado y cubrirse las espaldas. Saber de Julia y Manuel quienes le agradecían con el alma devolver la vida a Maximiliano, le llenaba de calidez su corazón, saber que Morrel era, como él, un hombre feliz, le llenaba de satisfacción y saber que Valentina le había complacido renunciando a la fortuna de su padre le gratificaba en gran manera, pero con lo que no contaba era que la joven demostraría una vez más ser el ángel que era. Por Bertuccio supo lo sucedido en el caso de Benedetto y no sólo su condena y que vuelve a ser inquilino de Tolón, sino lo que había hecho Herminia y también Valentina. Francamente lo que la madre hiciera por él no le importaba ni era de su incumbencia, pues por algo era la madre y qué bueno que le había reconocido y buscaba congraciarse con el hijo que creyó muerto y que él a su vez, le diera la oportunidad por la que la mujer rogaba. No obstante, lo que no compartía del todo era la decisión de Valentina y esa parte de la fortuna de Villefort que ponía a disposición de su medio hermano una vez cumplida su condena, pues Edmundo que le había tratado y conocía su corazón miserable, sinvergüenza, hipócrita y ambicioso que le repugnaba, así como de la maldad que no reparaba en mostrar hasta llegar al homicidio cuando alguien le estorbaba o no hacía lo que quería y no tenía cabida en sus planes, dudaba si realmente el tiempo de su encierro le hiciera cambiar y ser una buena persona, por lo que, tomando cartas en el asunto, resolvió escribirle a Benedetto y hacerle ver, o mejor dicho, recordarle en los mejores términos, la protección de la que sus hijos gozaban y evitara hacer planes apresurados. Eso era algo que él se encargaría de frenar.

Preparó tinta y papel y sin pensarlo empezó:

"Benedetto:

Esta carta puede sorprenderos puesto que sería lo último que esperabais recibir de mí y tenéis razón por lo que os aclaro lo he hecho, sin resentimientos por haber intentado robar en mi casa, con un solo propósito; recordaros que Valentina y Maximiliano gozan de mi absoluta protección y sabiendo vos que estoy enterado de todo, que sigo informado de cada paso y que mi poder es ilimitado para todo lo que se me antoje hacer, sin más preámbulo paso a deciros lo siguiente.

Cómo podéis ver, estoy al tanto de todo y he sido notificado de la decisión de Valentina, como también sé que ya os ha visitado y que os cede un porcentaje de la fortuna del señor Villefort, misma que os esperará cuando hayáis cumplido vuestra condena, espero pues, que para ese entonces seáis otra persona y os hayáis redimido puesto que tendréis el tiempo de sobra para meditar vuestro futuro y no volver a tener cerebro de nuez y perder ese dinero en juegos de la noche a la mañana porque sería vergonzoso y la decepción de las damas que han puesto su voto de confianza en vos, dándoos la oportunidad de cambiar. De más está recordaros lo que fuisteis y que por vuestros errores, (como el asesinato de vuestro compañero Caderousse) estáis de nuevo como inquilino de Tolón, ¿Creísteis que los muertos no hablaban? y os advierto que esta vez no habrá un Lord Wilmore que os visite ni un abate Busoni que os confiese por lo que confío en que la buena voluntad de vuestra media hermana y madre, os sea una muestra viva de la bondad que aún anida en el ser humano, sed vos pues testigo y agradecido..."

El conde siguió escribiendo afanado y concentrado, tenía que asegurarse de que el hombre, al menos por temor, tomara sus consejos y espantara, despojando de su cabeza, toda idea que estuviera maquinando con respecto a su "inesperada fortuna" que ahora le aguardaba y sonreía, como también que esperara paciente su tiempo para salir con la cabeza en alto y dispuesto a comenzar una nueva vida. Nadie mejor que Edmundo entendía lo que el hombre estaba pasando, él también fue encerrado joven perdiendo los mejores años de su vida que le fueron arrebatados, sólo que, a diferencia de Benedetto, él era inocente y cumplía una condena sin juicio y perpetua hasta morir, en cambio el joven era culpable y tenía un tiempo establecido para recobrar su libertad. Dantés rogaba que sus líneas fueran suficientes para contribuir a un cambio positivo en la nueva formación del hombre. En el fondo no deseaba decepcionarse y así concluyó su carta:

"Os insto pues a ser el hombre que espera de vos vuestra madre y media hermana y que con respecto a mí, vos decidáis si me queréis como un aliado o como un enemigo, os recuerdo que lo segundo no os conviene puesto que me conocéis y aunque pasen los años, el conde de Montecristo no olvida ni lo bueno ni lo malo y siempre estaré cerca de mis estimados acudiendo a su menor necesidad como también estaré presto a castigar a quien mal obre sobre el bien. Aprovechad pues esta segunda oportunidad que os brinda la vida, una que rara vez los hombres ofrecen.

Espero pues, toméis mis humildes consejos y hasta pronto."

Edmundo firmó como el conde y reservó la carta. Se aprestó de una vez a escribirle a la misma Valentina haciéndole ver sus impresiones y al mismo tiempo, aconsejándola. También aprovechó y le escribió a Maximiliano, siempre el joven y su hermana y Manuel, le llenaban de esa paz y bienestar que de vez en cuando se busca para aplacar las inquietudes y el malestar, sabía que siempre en ellos encontraría la bondad que sólo el corazón sincero es capaz de dar. Al mismo tiempo le escribió a Mercedes para darle noticias del bienestar de Alberto y así estuviese tranquila. Reservó todas las hojas que luego metería en sus sobres y le dio instrucciones a Bautista de ser enviadas a su destino de inmediato. Haydée no tardaría en llegar y debían abordar de nuevo su barco. Zarparían otra vez con rumbo hacia el Índico, para seguir viviendo junto a su esposa el viaje de bodas que aún disfrutaba por Arabia y Persia. Ya luego decidiría el momento de retornar a Europa. En el fondo, Dantés estaba feliz y agradecido, pues Haydée estaba presentando síntomas positivos que le indicaban que ya no serían dos sino tres y eso era suficiente para sentirse un hombre nuevo y completamente diferente. A pesar de todo lo que vivió, Dios al final estaba recompensándolo y sabía que otra historia se añadiría a su vida con nuevos y mejores capítulos. Siempre sería Edmundo Dantés, siempre estaría para sus amigos y siempre guardaría en su mente y corazón las sabias enseñanzas de su segundo padre el abate Faria, sin embargo y por los azotes de su experiencia, siempre sería enemigo jurado de la injusticia y castigaría al culpable sin dudarlo. Siempre recompensaría la bondad como también castigaría la maldad. Después de todo, al final, Dios le había hecho justicia. El que había sido el humilde y honesto marinero marsellés conocido como Edmundo Dantés, querido por unos y odiado por otros, aquel que injustamente vivió durante catorce años el encierro en un castillo del terror al que fue confinado y aquel que gracias a su maestro e ingenio, logró encontrar un incalculable tesoro transformando su vida, jamás dejaría de ser el hombre en que la recompensa le convirtió; no Simbad, no Wilmore, no Busoni, sino en el enigmático y poderoso conde de Montecristo.


Fin


viernes, 15 de octubre de 2021

Mi "epílogo" de Montecristo (parte 6)


X

La noticia del ahorcado habría pasado desapercibida si se hubiese tratado de un indigente cualquiera, no obstante, el cadáver se logró identificar como el reconocido banquero francés, cuerpo que, como nadie se molestó en reclamar y que, como se conocía en vida su actuar sinvergüenza, el desdichado, por orden forense, púsose junto con otros cuerpos que, antes de descomponerse aún más, sería  inhumado en una fosa común, puesto que sin reclamo tampoco sería repatriado para evitarle gastos innecesarios al Estado italiano. Danglars, luego de su experiencia con Dantés y con el dinero que como limosna le permitió el conde conservar, aún permanecía en el norte de Italia sin lograr huir a Suiza, fue ahí donde se enteró de la nueva vida de su hija y lo que lo llevó a adelantar su cita con la Parca. Su nombre y noticia, apenas y fue nombrado en la sección de sucesos en el diario local. Cuando Eugenia se enteró, el asunto le pasó sin pena ni gloria, comparándolo más bien, con el cobarde de Morcef, el que hubiese sido, para su desdicha, su suegro. Recordar eso le provocaba náuseas, toda su vida "familiar" se había reducido a "intereses" y a los números "planeados" que pudiese aumentar para gozo de su progenitor y bienestar de su supuesto patrimonio. Ella jamás perdonaría ni olvidaría el negocio que representó para Danglars, atándola a un hombre que ni ella amaba ni él tampoco. Alberto no estaba tan mal, pero no para ella y estaba segura, que así como lo sucedido al banquero no la perturbó a ella, menos lo haría a su madre. La conocía tan bien que la frívola Herminia resentiría más la muerte de Debray que la del que fue su marido por apariencia. Lo cierto era que la muerte de Danglars no le afectó a nadie, salvo (y posiblemente) a su tan mentado ferrocarril y a los que tenían inversión bancaria con él y ahora, habían perdido todo. Ese había sido el final para alguien que, movido por envidia y ambición, actuó con maldad premeditada, contribuyendo a destruir la vida entera no sólo de uno sino de dos inocentes; la de Dantés hijo y la de Dantés padre y así como este segundo no tenía tumba, él tampoco la tendría. Así se cumple que el que la hace, la paga.

XI

Luego de la renuncia de Villefort a la causa, como recordará el lector, el caso Benedetto fue empezado como una nueva instrucción confiada a otro magistrado y éste, teniendo las pruebas, tomó su resolución como ya se sabe. Benedetto fue condenado y, sin estar de más la autoridad del juez, severamente advertido de no aliarse con otros corsos para intentar escapar a las montañas o por mar, enviado de nuevo e inmediatamente al lugar que él ya conocía a cumplir su condena; el presidio de Tolón al sur del país. Al saberlo Herminia gracias al periódico de Beauchamp que seguía el caso con evidente y morboso interés, sintió volver a perder a su hijo definitivamente. La distancia del lugar y del mismo tiempo no era nada favorable. La mujer sólo deseaba una oportunidad más para recuperar a su hijo y por eso había recurrido a la única carta que podía jugar, al único recurso que le quedaba y del que podía disponer como su última alternativa; Bertuccio, porque la noticia del encierro del "falso Cavalcanti" se extendió como la pólvora, para empezar, por todo París.

Cómo lo decidió el mayordomo, un buen día visitó a Benedetto viajando hasta Tolón, llevándole unas viandas con alimentos y también dos sobres; una carta de Valentina y la otra de Herminia. Bertuccio le hizo ver que la joven era su media hermana, resumiéndole el suceso con ella, su atentado y su supuesta muerte, como también la intervención de Montecristo para salvarla. Cuando se mencionó al conde, Benedetto se sacudió un poco, por estúpido perdió todo sin deducir quien había utilizado a quien, si él al conde prestándose a su juego y haciéndose pasar por el hijo perdido Cavalcanti o el conde a él sabiendo quién era y otorgarle una falsa personalidad para ayudarle con sus planes. Lo cierto es que los dos se beneficiaron del negocio, él vivió, aunque de manera breve, la vida de opulencia, dinero y juegos y el conde su cometido con sus enemigos, salvo que Montecristo salió bien librado y él, bien embarrado. Bertuccio le instó a leer las cartas antes de irse porque de ambas debía llevar respuesta, sea un si o un no y aunque el hombre adivinaba dichas respuestas decidió esperar. Pacientemente esperó notando las reacciones del hombre. Leyó primero a su media hermana, sorprendiéndose de cuanto le decía y su respuesta enviada fue sí. Luego leyó la de su madre, Bertuccio notó el temblor en su mano cuando sostenía el papel y antes de decir su respuesta, el mayordomo le instó a que lo pensara bien. Herminia se había ido a una casa de campo en las afueras de París, pero antes de partir pasó personalmente a verlo, a hablar con él y a dejarle su carta. Ella estaría esperando la respuesta en su nuevo domicilio, por lo que al decirle Bertuccio su impresión de la mujer, Benedetto accedió a su petición. La respuesta a su carta, también era un sí.

Bertuccio partió complacido y Benedetto se quedó pensativo. ¿Tendría el tiempo para redimirse? De pronto su condena le pareció una eternidad.

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lunes, 11 de octubre de 2021

Mi "epílogo" de Montecristo (parte 5)


IX

Dos semanas después de la boda, Maximiliano y Valentina se instalan en la casa de los Campos Elíseos que el conde les dio como regalo de bodas y había sido ahí donde Valentina, dos semanas después de su llegada, leyera la carta de su querida Haydée quien confiando en la intuición del conde, la envió a dicha dirección con la seguridad de que sería recibida por la joven. Obviamente el abuelo Noirtier se mudó con ellos y como Bertuccio quedó a su servicio, nadie mejor que él para convertirse en el mayordomo de la casa. El regreso de los recién casados causó asombro y más, a quienes conocieron a la bella joven, pues sabiéndola muerta y sepultada, provocó en más de alguno, que tal sorpresa de verla viva y aún más hermosa de lo que era, se le bajara la presión y en el caso de las mujeres, uno que otro desmayo. La pareja no quiso aclarar nada y únicamente daban gracias a Dios y a su protector y querido amigo el Conde de Montecristo, el haber actuado a tiempo, descubrir quién era su asesina y lograr salvarla de ser su siguiente víctima, sólo que para eso, fue necesario fingir su muerte. Las artes medicinales del conde eran maravillosas y a ese ángel le daban todo su reconocimiento por lograr hacer que el veneno que debía matarla, más bien le beneficiara como antídoto gracias a otro. Hasta el doctor que había visto a la joven en su enfermedad estaba impactado, el señor d'Avrigny reconoció que como médico de cuerpo y alma, Montecristo resultó ser mejor que él. 

Valentina no fue ajena a lo que había sucedido en su ausencia, y más que lo sucedido a su madrastra y medio hermano, le dolía la condición de su padre; el implacable procurador del rey que parecía que nada le podía turbar, el hombre más seguro de sí mismo en toda Francia, había caído a un abismo de oscuridad y ahora era completamente ajeno a su realidad. A Valentina, le pareció increíble ver a su progenitor en el estado en que se encontraba y creyó, cuando supo la historia de ese pasado que no podía asimilar del todo entre el procurador y Dantés, que la justicia divina caía tarde o temprano y no a medias sino de un solo golpe y se dio cuenta también de lo indigna que era ella al afecto del conde y sin embargo, sabiéndola hija de su enemigo, él le manifestaba por su cariño hacia Morrel, el mismo sentimiento, uno que ella dispuso atesorar como una verdadera joya. Villefort, al ver con sus propios ojos que Edmundo Dantés había regresado de su tumba para vengarse por el mal que deliberadamente le hizo, provocó que le volara la cabeza con tal impresión que no fue capaz de soportar.  No obstante, para el señor Noirtier, que no se podía engañar, no se creía del todo la locura de su hijo y no quería pensar que fingía demencia severa, prefiriendo estar encerrado en un manicomio que guardando condena en una cárcel como lo hacían tantos otros que él mismo había condenado. Así pues, Noirtier negábase a creer que una mente tan brillante como la de su hijo estuviera ahora apagada en la oscuridad de la locura. Aunque en el fondo no le extrañaba semejante treta que librara a Villefort de responder por todos sus actos ante la justicia, incluyendo el bastardo aparecido. Valentina se dio cuenta de la existencia de su medio hermano, noticia que también sorprendió a Maximiliano y más, al saber que se trataba del supuesto noble Andrés Cavalcanti que también conocía, ya que como recordará el lector, nuestro militar enamorado y desdichado por creer a su amada muerta, desligose de todo y fue ajeno al paso de esos sucesos de los que todo París habló durante días, refiriéndose al escándalo acaecido en la casa de Danglars. Así también se sorprendió Valentina pues recordó que Eugenia habló sobre su compromiso con él la última vez que la vio y todo eso los tenía asombrados. La joven heredera de Villefort sentía una mezcla de decepción y vergüenza hacia su progenitor ahora conociéndolo mejor, compadeciendo de igual forma, a su medio hermano, inocente y a la vez víctima de las circunstancias, historia que corroboró Bertuccio, apoyándola en lo que la joven había decidido cuando ella se los hizo saber. Valentina no podía negar ni esconder al hermano que tenía por lo que, recordando la petición del conde y deduciendo que él sabía que al regresar ellos a París iban a darse cuenta de las cosas (por eso la carta de Haydée llegó a ese domicilio) iba a complacer a su ángel decidiendo dos cosas; renunciar a esa fortuna donándole parte a la beneficencia y el resto del porcentaje, otorgándoselo  a Benedetto para que, cuando cumpliera la condena y saliera de la prisión, pudiera enmendar su vida, aprender de sus errores y comenzar de nuevo como a él más le pareciera. Era lo menos que podía hacer, algo que llenó aún más de orgullo a su enamorado marido, ganándose también la admiración de Bertuccio y rogando haber hecho bien, para obtener la aprobación del conde cuando lo supiera. Además era la única heredera de su abuelo y de su madre y con ambas fortunas tenía más que suficiente para asegurar su vida y hasta la de sus nietos. 

Noirtier respetó sus deseos, aunque no estando tan convencido con respecto a Benedetto y menos por todo lo narrado por Bertuccio que lo conocía bien. Muy dentro del corazón de un viejo que había recorrido toda una vida y de un hombre que había servido a la causa de la restauración napoleónica en los tiempos de los Borbones, de un hombre que antepuso ambición e intereses a costa de la vida de otros por su simpatía y servicio al Emperador, existía una intuición inequívoca y sabía que el ser humano obedecía más a su naturaleza que a sentimientos y si Benedetto tenía más sangre del padre que de la madre, esto podía convertirlo en lo que el joven más odiaba; sabiéndose con fortuna como era su deseo como falso Cavalcanti, podía convertirse ahora en un verdadero Villefort y peor que el anterior. Si muchos animales tenían por instinto el asesinar, a  alguien que lleva dicha sangre no lo necesitaba. Eso ya era parte de su naturaleza. Siete años para él se veían lejos y no viviría más para ver cumplir ese plazo, pero era posible que para el bastardo se fueran en un suspiro recobrando su libertad... Y su venganza contra todos ahora que conocía su identidad y el estatus que se le negó.

El abuelo empezó a ver a Benedetto como una amenaza y temió por el futuro de su nieta. Lo que decidió Valentina podía no ser lo más acertado.

Y en el fondo, Bertuccio pensaba igual.

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jueves, 7 de octubre de 2021

Mi "epílogo" de Montecristo (parte 4)


VII

El juicio de Benedetto se retomó de manera privada y a puertas cerradas. Obviamente, se le encontró culpable de la muerte de Caderousse debido a las pruebas y a la acusación del mismo muerto y se le condenó a siete años de prisión. Herminia supo la noticia gracias al periódico de Beauchamp que publicó la nota y eso la devastó. Recuperar a su hijo sería imposible, el hombre le pidió que lo dejara luego de saber quién era ella, Herminia rogó su perdón, pero él sólo le pidió tiempo, ahora tenía encima la condena a cumplir y obvio, sería trasladado a otra prisión. Insistir en recuperar el tiempo perdido y hacerle nacer cariño hacia ella ahora ya sería imposible. La mujer se sentía completamente sola y estaba considerando vender la casa e irse de París para iniciar una nueva vida lejos, si Benedetto no quería saber de ella ni perdonarla, iba a respetar su decisión. Cómo madre sólo rogaba porque ese tiempo de encierro le hiciera reflexionar y cambiar, le escribió una carta haciéndole saber sus deseos y el que ella estaría esperándolo si él decidía buscarla una vez acabada su condena. Igualmente, Herminia estaba decidida a dejarle una parte de herencia en caso de fallecer antes y así tratar de retribuirle en algo la triste vida en la que él se formó. Bertuccio, que había hablado con Noirtier y Valentina sobre su parte en la historia y lo que Villefort le hizo a su hermano y que por eso había intentado matarle la noche que salvó al bebé de un fatal destino, ya conocía también la disposición de la joven en cuanto a Benedetto, como también, de la noticia de su condena y de vez en cuando iría a visitarlo, rogando que en ese tiempo, Benedetto cambiara y tratara de enmendar su vida para cuando lograra salir, fuese una persona diferente, esa que él quiso forjar.

VIII

Recordando Maximiliano y Valentina las palabras del conde en su carta "esperar y confiar" se aferraron a esa esperanza y fue así, como un buen día les llegó una carta de Haydée.

"Querida hermana:

¡Soy tan feliz! Y sé que tú también lo eres. Él no deja de tratarme como la princesa que soy, siempre admiré su trato hacia mí aún siendo su esclava, pero ahora es más, demasiado, creo que exagera, me trata como una muñeca de cristal a la que cuida y teme quebrar. ¡Le amo tanto! Nos hemos casado en un romántico crepúsculo frente a las costas griegas y es su deseo navegar ahora hacia Oriente, haciendo una visita a los árabes y luego a los mismos orientales, culturas que deseo también conocer de cerca. Aún no sé si volveremos a Europa y de hacerlo, creo que residiremos en Italia, posiblemente en su isla. Si eso pasa ustedes serán los primeros en saberlo, ¡Nos encantará tanto volver a verlos! Por ahora yo siento que él necesita tiempo y hacer pasar de su ser todo lo que le ocurrió antes y después de convertirse en el Conde de Montecristo. Aún yo me pregunto, a veces que lo noto melancólico con quién estoy, si con el Edmundo de Marsella o con el conde, ¡Es un hombre tan fascinante! Su autoridad, su trato, su voz, su inteligencia, su andar lento, regio y elegante, sí, ¡Estoy enamorada! Siento que lo venero, ¡Y es mi esposo! ¿Puedes creerlo? ¡Él es totalmente mío! ¿Podría ser más feliz? Tengo una dicha tan plena, le amo más que a mi vida, él es mi vida, no soporto estar separada de él, si antes debía resignarme a verle por breves momentos y a casi mendigar su tiempo, rogando su valiosa presencia, ahora no y como es mi derecho, le hago saber que le necesito todo el tiempo, mismo que ahora me otorga aún más y con sumo placer. El calor de su cuerpo es mi bálsamo y él me dice que yo soy su paz. Sabe que te estoy escribiendo y les manda sus saludos y bendiciones. Espero hermana mía que seas tan feliz como yo, así como espero el día en que nos encontremos otra vez y hasta ese momento, completaremos nuestra dicha. Te envío todo mi cariño, pronto tendrás más noticias de nosotros. Cuídense.

Tu hermana que te quiere:

Haydée."

Valentina llevó la carta a su pecho y suspiró feliz. Ella entendía perfectamente a Haydée, ella también estaba casada con un hombre maravilloso que la amaba y que ella amaba de igual manera. Sí, ellas eran muy afortunadas. Gracias al conde de Montecristo, ambas eran dichosas.

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sábado, 2 de octubre de 2021

Mi "epílogo" de Montecristo (parte 3)


V

—¿Vos?   —preguntó Benedetto sorprendido—. ¿Os dignais visitarme para constatar que sigo aquí y que no he escapado de mi juicio?  ¿Me traéis algún recado de Eugenia? Sabed que a pesar de todo, me sentía afortunado por haber encontrado una familia a la cuál pertenecer y ya no ser un individuo solitario. Tal vez en parte es lo único honesto que puedo confesar. Un deseo ardiente que quise hacer realidad. Crecer sin una familia... No saber quién eres ni de dónde vienes... No es algo agradable.

Herminia callada, tragándose su sentir y tratando de retener las lágrimas lo miraba de manera diferente. Observándolo bien, el joven le parecía atractivo, tenía algo de ella como también de Villefort, tal vez no era un príncipe Cavalcanti como su exmarido se empeñaba en nombrar a su supuesto futuro yerno, pero si tenía su aire elegante muy a pesar de su condición, de esa triste condición en la que había crecido como delincuente por azahares del destino.

—¿Y bien señora? —insistió Benedetto—. ¿Vais a quedaros ahí sin hacer nada? Parece que veis a un fantasma. Estáis en extremo pálida, ¿Vuestra salud está mejor que la que teníais en mi juicio?

Herminia palideció aún más, recordó sus desvanecimientos en la sala y de los que todos fueron testigos.

—Será mejor que os sentéis señora o vais a desmayaros y no quiero que luego me señaléis como que os hice algo, ya no quiero cargar con más desventuras, demasiadas he tenido ya. Injusticia sería hacia mí que me señalaran de haberos hecho algo cuando no os he hecho nada.

—Benedetto —murmuró ella por fin.

—Sí, ese es mi nombre.

—¿Y fuisteis criado por buenas personas?

—Ya lo sabéis, fuisteis testigo de lo que dije, por desgracia parece ser que por mis venas corre una sangre maldita que me degeneró. Siempre me pregunté el porqué tenía esta maldad, siempre quise saber quiénes eran mis verdaderos padres y por qué me abandonaron.

Herminia se debatió entre hablar o seguir callando. La debilidad que sentía la obligó a sentarse. Se quitó el sombrero y el velo. Benedetto notó lo demacrada que estaba.

—Sabéis ya quien es vuestro progenitor, uno del que ninguno se sentiría orgulloso, pero, ¿Y vuestra madre? 

—Ya lo dije.

—¿Y es cierto? ¿Lo ignoráis  o lo calláis?

—Lo ignoro —suspiró—. Cuando supe quien era mi padre... No quise que mi odio y desprecio se aplacara por ella, sus razones habrá tenido para deshacerse de mí.

—¡No! ¡No se deshizo de vos! —Se lanzó a los brazos del hombre que la sostuvo con asombro por el extraño arrebato—. Ella no se deshizo de vos.

Herminia dio rienda suelta a su llanto sin poder controlarse.

—¿Por qué decís eso? —la interrogó curioso—. ¿Es que acaso la conocéis? ¿Es una dama de sociedad? ¿Es amiga vuestra?

—Soy yo Benedetto —confesó con la voz desgarrada—. Yo soy la que os dio la vida, pero al nacer se me dijo que no la teníais y Villefort se encargó del bebé, no sé si de verdad te creía muerto o me mintió para deshacerse del fruto de nuestra relación prohibida que pusiera en entredicho su posición como procurador y hombre de familia. Jamás volvimos a hablar del asunto, jamás supe nada más, me conformé con lo que había pasado creyendolo un merecido castigo a nuestro pecado y así viví. 

Benedetto se soltó de ella apartándose para verla mejor y para analizar aquello que se le había revelado. La mujer estaba en el juicio por casualidad,  por lo sucedido a su hija no por él, sin embargo, al darse cuenta de todo, fue por eso sus desvanecimientos, tanto Villefort como ella fueron descubiertos. Benedetto se horrorizó por saber que podía haberse casado con su media hermana y casi vomita.

—Perdoname hijo —suplicó Herminia arrodillada—. Soy culpable también, me conformé con lo que me dijeron, de lo contrario te hubiese buscado.

Benedetto permaneció callado sin dejar de observarla, necesitaba tiempo para similar tal revelación.

VI

Mercedes trataba de acostumbrarse a su vida en Marsella, volver a ella no era fácil, no porque se hubiese olvidado de sus orígenes y extrañara la opulencia que un condado ofrece, sino por Alberto, haberse separado de su hijo por las circunstancias que ahora pasaban le era en extremo difícil, le extrañaba mucho, estar sola era un suplicio aunque esa paz le ayudara a encontrarse con ella misma. Olvidó e hizo olvidar que una vez y por muchos años fue condesa, ahora vivía de manera modesta, de esa manera en la que soñó muchas veces vivir con Edmundo, teniendo únicamente lo necesario y sobre todo amor, sólo que en ese momento era de lo que carecía, de su amor. Mercedes en el fondo se reprochaba haber salido de los catalanes y olvidar la desgracia con Edmundo, entregándose a Fernando. Se culpó y vivió de esa manera, debió salir adelante sola y guardar la memoria de su amado como debió ser, ahora le era tarde para enmendarlo por eso se sentía indigna, por eso se sentía culpable, por eso y por segunda vez debió renunciar a su amor y a terminar con un final feliz lo que una vez debió ser. Alberto debió ser su hijo, él debió ser su padre y reflexionar en todo eso la volvía desgraciada, jamás se perdonaría haber vivido por más de veinte años junto al hombre que con artimañas destruyó a Edmundo y asesinó a traición al Alí de Janina. Mercedes se llenaba de repugnancia al imaginar el semejante monstruo que era el hombre con el que compartió su vida, una que reconoce haber desperdiciado siendo lo único bueno su amado Alberto, el único consuelo a su vida vacía y del que ahora, anhelaba su compañía en vano. Si no fuese por él y porque esperaba su regreso con ansias, confiando en el poder de Dios su vida y su seguridad en los recursos de Edmundo, ella estaría enclaustrada en un convento expiando la culpa que sentía por el cruel destino de su Edmundo, el hombre que, aunque no fuera de ella, le llevaría siempre ardientemente en el corazón y en la mente como el único amor de su vida. Alberto había alzado su propio vuelo, el joven buscaba labrarse un camino como militar y en su tenacidad estaba seguro que lo haría, honrando el apellido de su madre y olvidando el del padre. Eso le haría ser mejor hombre y mejor persona, lo sucedido le había hecho madurar más y aunque había perdido los privilegios que su condición le había otorgado y vivía ahora del esfuerzo de su trabajo que sabía lo volvería un hombre verdadero. En el fondo de su corazón sabía que era inmensamente rico; tenía lo más importante, el amor y apoyo de su amada madre y más adelante, podría conocer el verdadero amor que en el fondo deseaba tener. Conservaba a pesar de todo el afecto del conde y también a sus antiguos amigos; Debray, Beauchamp y Renaud, a Morrel y también a Franz, con quién mantenía correspondencia y había sabido lo sucedido con la cancelación de su boda y los motivos. Franz estaba en Florencia otra vez y al parecer estaba decidido a no volver a salir de Italia en mucho tiempo, de hecho, mantenía una estrecha relación con su amiga, la condesa de G... quien había sabido por él la verdadera identidad de su lord Ruthven y parte de su historia y a su vez, Franz había sabido por ella, lo sucedido con Villefort y con una Valentina resucitada que ahora era la señora de Morrel. E'pinay no podía olvidar lo que vivió gracias a esa familia a la que casi se ata. Nunca podría olvidar que Noirtier había sido el asesino de su padre y lo mejor que podía hacer era jamás tener que volver a encontrarse con ninguno de ellos.

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lunes, 27 de septiembre de 2021

Mi "epílogo" de Montecristo (parte 2)


III

Resolviendo enfrentar a Benedetto, Herminia se vistió como de costumbre, aunque con menos elegancia, con un velo negro cubriendo su cara y sobrero y haciendo el mismo trámite de las veces anteriores. Alquiló un cabriole y pidió ser llevada a la prisión donde se encontraba el hombre a la espera de su sentencia definitiva, recordemos que había pruebas de ser el asesino de Caderousse y eso no lo podía cambiar. Cómo buena dama de sociedad que sabe moverse en cualquier ámbito, pagó el estar a solas con el preso, el cual fue conducido hacia ella cuando le notificaron la visita femenina que le aguardaba. Benedetto se sorprendió y por un momento creyó que se trataba de Eugenia que venía con sus aires de nobleza a recriminarle lo sucedido en la fiesta y a cobrarse la humillación, gozándose de su desgracia con la que pagaría sus andanzas, pero al instante lo pensó mejor y se conformó creyendo el asunto una visita conyugal de alguna de las amigas con las que ya había intimado y eso lo consoló un poco. Mayúscula fue su sorpresa cuando al entrar en el cuarto reservado, reconoció a la mujer que le esperaba. Los dejaron solos y él se extrañó aún más. ¿Qué diantres quería la que hubiese sido su suegra con él?

IV 

Danglars no la había pasado bien luego de su experiencia en Italia y menos, luego de conocer quién era realmente el hombre que siempre creyó el Conde de Montecristo. Saber que todo el tiempo se había tratado de Edmundo Dantés, el joven a quien maquiavelicamente quitó de su camino junto con Fernando, no pudo soportarlo del todo y menos cuando cayó en cuenta de que todo cuanto le había sucedido desde que ese hombre ingresó a sus vidas  y hasta quedar en la calle, había sido parte de los planes de venganza de Dantés. Edmundo le había destruido así como lo hizo él. Ojo por ojo, diente por diente como la ley de Talión le aplicó. Con los pocos recursos que disponía, Danglars vagó como nómada evitando ser reconocido pues no soportaba la vergüenza, el que había sido un hábil y rico banquero que acariciaba cada billete que caía en sus manos, ahora era un vagabundo que atesoraba cada centavo que conservaba en sus bolsillos. Aquel hombre acostumbrado a vestir bien y a comer manjares, ahora notaba su vestimenta rota y deseaba cada pedazo de pan. El que mal hace mal acaba diría un proverbio y esto se aplicaba a él, en el fondo volvía a maldecir a Dantés olvidando su arrepentimiento cuando fue cautivo de los bandoleros y maquinaba también su propia venganza contra él y hacerle pagar el que le quitara todo, sin embargo, la Providencia conociendo los pensamientos y deseos de su corazón, se encargó de cobrarle esta vez antes de comenzar siquiera sus nuevos planes. Saber de su hija Eugenia, verla con atuendo masculino y que se abría camino en el mundo artístico como era su deseo no le impactó tanto como lo demás, hubiese sido mejor que un rayo le cayera antes que darse cuenta del motivo por el cual su hija siempre mostró aversión hacia el matrimonio y los hombres y extrema e íntima cercanía con su amiga Luisa; Eugenia tenía una viva inclinación por la especie de su mismo sexo y escuchar comentarios inmorales y escandalosos acerca del asunto y peor, saber que vivían juntas como pareja hizo que el viejo no lo resistiera. La decepción y la vergüenza se encargaron de hacer su trabajo. Una de esas mañanas, su cuerpo fue encontrado colgando de un roble.

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miércoles, 22 de septiembre de 2021

Mi "epílogo" de Montecristo (parte 1)



Nota: Esto es sólo un agregado ficticio, una muestra del epílogo de "El Conde de Montecristo" que me hubiese gustado leer más allá del final del libro. Es sólo mi idea, la trama, historia y personajes no me pertenecen. He tratado de apegarme a la narrativa y estilo del autor. He tomado la referencia de la historia tal y como está, siguiendo la misma línea de la trama del libro de Alejandro Dumas.

I

Una semana después se llevó a cabo la boda de Maximiliano y Valentina en la más estricta secretividad, siendo asistidos únicamente por el notario del señor Noirtier para la parte legal y un sacerdote para la eclesiástica, Bertuccio como criado del abuelo y Julia y Manuel como familia del novio. La pareja le agradecía al conde el haberles devuelto a su hermano y cuñado respectivamente, puesto que el militar regresó por completo a su vida, restablecido de su dolor como lo había prometido. Valentina caminó feliz y radiante con un hermoso vestido de seda blanca, corona de flores y velo de encajes, junto a su querido abuelo que, a pesar de su condición, también estaba feliz, no sólo por entregar a su tesoro al hombre que ella amaba y que la amaba igualmente, sino por volver a verla viva, superando también el dolor que le ocasionó el creerla muerta. En el fondo de su corazón, Noirtier, tan orgulloso e impasible, agradecía al abate Busoni, o mejor dicho, a Montecristo, el que le devolviera la vida a su nieta. Noirtier conoció quien era realmente el conde y que la carta que ese pobre marino le debía de entregar hacía más de veinte años, fue el principio de su injusta desgracia. Supo que Dantés fue interceptado por Villefort a causa de una injusta y malévola denuncia y aunque su hijo se cubrió las espaldas para su propio beneficio y no por él que era su padre, orillándolo al encarcelamiento, en esos momentos daba gracias al cielo por la vida del conde, como también agradecía el que su hijo perdiera la razón como castigo a su orgullo y actos que eran reprochables en un procurador del rey. El abuelo era empujado en su silla por Bertuccio hasta que los tres llegaron al altar donde Maximiliano esperaba feliz a su novia para finalmente, hacerla su esposa con tal ferviente deseo que le era una proeza contener dentro de él todas las emociones que sentía y que a la vista saltaban. Esta vez, las lágrimas que se asomaban por su brillante mirada eran de plena felicidad

I I

Después del supuesto juicio de Benedetto, que debió suspenderse por el inesperado giro que tomó por las confesiones que involucró al procurador del rey, Herminia se encerró en su casa y en su habitación sin querer comer y sin dejar de llorar. Echada en su cama pensaba con remordimientos lo que había sido el destino de su hijo. Los sirvientes le atribuían su mal estado de ánimo al abandono de su marido y a la huida de Eugenia, como también a la ausencia de Luciano Debray a quien no habían vuelto a recibir en la casa. Herminia estaba completamente sola y quienes la asistían, temían que en cualquier hora llegara a atentar contra sí misma. Pero en realidad y como sabemos, la mujer agradecía haberse librado por fin de Danglars, aunque no en si de la ingrata de su hija, ni tampoco de Debray a quien no le perdonaría el terminar su relación. Sin embargo, lo que en realidad le ocupaba sus pensamientos era Benedetto, el hombre que bajo engaños estuvo a punto de convertirse en su yerno y al reparar en esto de un brinco reaccionó. Eugenia y él estaban a punto de casarse sin saber que eran medio hermanos y ese detalle, sumado a su estómago vacío, casi la hace vomitar. Ambos son hijos de su mismo vientre, gestados por ella misma. ¿Qué juego del destino era ese? La serie de emociones que manifestaba la mantenían confundida sin saber qué decidir. No sabía si odiar o compadecer a Villefort porque como él se lo había dicho aquella mañana en su despacho, el bebé nacido no tenía señales de vida, ¿Sería verdad? Ya no estaba tan segura de que él supiera que el bebé nacido esa noche de verdad estuviera muerto e imaginar que lo sabía vivo y aún así, lo enterró para deshacerse del fruto de una relación prohibida que lo comprometiera con su familia y su carrera y que luego de saberlo vivo tampoco fuera verdad que lo había buscado para luego perderle la pista, hizo que la cólera le subiera por el cuerpo y lanzara hasta las almohadas al suelo. ¿Tan cruel era? ¿De verdad había hecho todo eso sólo por mantener su reputación y estatus? ¿Habría sido verdad todo lo que él le dijo aquel día en su despacho? ¿Qué creer? Eran demasiados los detalles de esa noche que lo que él le narró no podía dudarse, pero ¿y si lo tramó? Cómo madre sufrió por ese suceso, aunque luego se resignara a que seguramente fue lo mejor, mereciendo el castigo a su pecado y adulterio, sin embargo, ahora que sabía la verdad de las cosas y ser testigo de la inesperada reacción de Villefort, confirmando todo ante la confesión de Benedetto que nadie se esperaba, supo que así sucedieron las cosas. Si Villefort en el fondo hizo todo con alevosía y ventaja y supo todo el tiempo que el bebé estaba vivo, era tiempo que padeciera el castigo a su maldad y a sus actos. Notó la expresión de ira y resentimiento en el joven hacia Villefort cuando hizo los reproches, era obvio que jamás lo perdonaría. ¿Pasaría lo mismo con ella? Benedetto dijo no saber de su madre, ¿sería verdad o la encubría? Herminia no sabía qué conclusiones sacar, pero necesitaba saberlo aunque arriesgara su reputación. Se trataba de su hijo que por años creyó muerto y ahora, sabiéndolo delincuente, se culpaba en parte de su destino. ¿Podría cambiar él sabiendo su verdad? Intuía que el joven algo reconocía en ella puesto que su humanidad no pudo resistir la impresión de su declaración al desvanecerse, eso la había delatado y más cuando Benedetto dijo no saber quién era su madre. Herminia no podía más con ese peso y no lo soportaría más si el asunto no terminaba de estallar como ya era del conocimiento de todos los presentes. Ella debía olvidarse de los prejuicios y enfrentar su pasado y las consecuencias. Estaba decidida a ir al Foso de los Leones y hablar con Benedetto, debía confesarse y liberar su alma, aunque el joven la odiara y cumpliera la condena que le estaba reservada por el asesinato que había cometido.

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