viernes, 31 de mayo de 2013

Una experiencia inolvidable. Capítulo 1 (parte 1)



Octubre 20 de 1,999
S
e aproximaba un nuevo siglo y estaba cansada de la monotonía. Decidí hacer un corto viaje para escaparme del estrés cotidiano, así que dispuse todo para olvidar la civilización y la vida agitada de la tecnología, mi destino, la antigua Inglaterra. Mientras iba en el vuelo memoricé toda una revista que hablaba sobre los destinos ingleses más antiguos para visitar. Eran lugares mágicos, llenos de historia, misterios y fenómenos paranormales, pueblitos tan pequeños que ni siquiera estaban en el mapa en donde todavía se podía transportar a caballo y en donde las velas brillaban con tenue luz por las noches, así que encontré exactamente lo que buscaba. Nada de televisión, nada de teléfonos, nada de red, en fin, nada de comodidades de la vida moderna.
Ese día llegué un poco tarde a Londres, así que en el aeropuerto me dijeron que lo más sensato era pasar la noche en la ciudad y el siguiente día reanudara mi viaje, por lo que seguí el consejo. Un alojamiento cómodo en un lugar céntrico fue una buena opción para una sola noche, había mucho que hacer en Londres pero preferí comer algo liviano y descansar lo suficiente. Sin duda, fue una noche muy tranquila.
Al siguiente día tomé un vuelo que me llevaría a mi destino y después del vuelo un tren y después del tren… alquilé un taxi-carruaje que me llevaría a Lonford, un pueblecito muy pequeño y muy antiguo. Pero antes de partir, sentí mucha hambre y divisé un lugar donde se podían comprar hamburguesas y refrescos así que no dude en ir. Cuando terminé de pedir mi orden para llevar y regresé al carruaje, el cochero que me esperaba decidió ir al baño antes de partir, así que ahora me tocó esperarlo un momento a mí. Pero en ese instante algo raro sucedió, una tormenta se avecinaba de la nada y los truenos comenzaron a rugir. La lluvia amenazaba con caer de un momento a otro y aunque ya eran más de los cuatro de la tarde el cielo se oscureció rápidamente. Truenos, relámpagos y rayos se miraban a los lejos en el horizonte y me dio un poco de temor, un extraño temor como si eso no fuera algo natural. Cuando el hombre regresó, subí inmediatamente al carruaje y nos fuimos, él se percató del mismo fenómeno, pero no quiso mencionar el asunto. Le pregunté mientras comía cómo era Lonford y según él,  poca gente lo visitaba por su famosa actividad paranormal ya que a los fantasmas no les gusta recibir visitas. Tiene una reducida población que no llega ni a los dos mil habitantes y eso que son personas nacida allí, el lugar se fundó allá por el siglo XII y es de los pocos lugares que se conserva intacto tal y como se fundó. Todo recorrido se hace a pie, en caballos o carruajes, las posadas son de lo más discretas y nada lujosas. Sus habitantes se conforman con tener lo necesario, incluso hasta en su manera de vestir, algo que es imposible de creer  a finales del siglo XX.
Cuando llegamos después de una hora de camino, el cochero me llevó a uno de los mejores hostales que conocía del lugar y aunque me pareció un lugar bonito, lo que más me podía era el cansancio. Mientras él bajaba mi equipaje y yo estiraba las piernas algo me distrajo, fue el ruido de otro carruaje que se aproximaba a donde estaba yo, era bastante raro, parecía una carroza fúnebre del siglo XIX, toda negra, con grandes plumas en los cuatro lados y en las cabezas de dos hermosos caballos negros que tiraban de ella, pero el hombre que conducía el carruaje no vestía de esa época, su vestimenta era parecida a la usada a principios del siglo XX, pantalón negro y zapatos de cordón muy reluciente, camisa blanca de cuello con chaqueta negra sin mangas y botones por encima que la cubría, corbata negra y una gran chaqueta larga y negra también. Sin motivo, la piel se me erizó porque sentía que algo no era normal, pero era el rostro del hombre lo me dejó sin habla; era increíblemente apuesto, de hermosos ojos azules, nariz fina, labios perfectamente delineados, cabello castaño largo a los hombros, en su cabeza presumía una boina negra que le caía a un lado y lo hacía ver seductor, de contextura fuerte, alto y al verlo sentí derretirme. Se detuvo frente a mí sin desviarse para nada del camino;
—Señorita ¿Puede decirme hacia donde está Hablock?
A pesar de ser extranjera había visto de ese lugar, según el mapa y el manual turístico que tenía, ese lugar estaba a tres kilómetros más delante de Lonford;
—Yo… —balbucee—. Soy extrajera, pero creo que ese lugar que menciona está a tres kilómetros más delante de aquí.
—¡No es posible! —exclamó llevándose las manos a la cara desesperado—. Eso no puede ser. ¡Maldición no puede ser!
—Cálmese no se desespere ¿Puedo hacer algo por usted?
—Siento que estoy dando vueltas en círculos —dijo liberando el aire que lo asfixiaba—, se suponía que ese lugar estaba a tres kilómetros hacia atrás.
—Pues yo solo le dije lo que sé.
—Siempre, siempre me dan mal las direcciones —dijo desesperado y llevándose las manos a la cara de nuevo—. Es por esa razón, que nunca puedo llegar a mi casa.
—¿Usted vive allá?
Sin contestar, se limitó a ver el antiguo reloj de plata que colgaba de su bolsillo susurrando a Shakespeare; "Cualquiera puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo siente."
—Lo siento —dijo guardando el relog en su bolsillo—, debo de apresurarme para no llegar tarde.



2 comentarios:

  1. Hermoso!!! Itxa, esta hermoso... tanto el fic como el blog... y muy completo... algun dia haré el mio.

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  2. Muchas, muchas gracias, es un placer tenerte por acá y que me visites y me dejes tus amables comentarios, abrazos!!!!

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