Título: El conde de Montecristo
Autor: Alejandro
Dumas (padre)
Año: 1844
Género: Novela de
aventura, histórica y romántica
Una historia
inolvidable y uno de los mejores libros escritos es sin duda “El conde de
Montecristo” clásico entre los clásicos y una joya de la literatura universal.
Como sucedía con
algunos de los libros de la época (clásicos ahora) su publicación fue al
principio en partes, entregas que vieron la luz en un periódico francés, pero
fue casi año y medio después que fuera publicada por un editor, pasando por dos
más hasta llegar a una edición revisada, corregida e ilustrada.
Los adjetivos se
quedan cortos para describir esta historia. Si hay un clásico de la literatura
que puede llamarse “magistral” es este y como tal, debe ser una lectura
obligatoria porque sin duda es una de las mejores obras literarias escritas por
la riqueza que representa en muchos aspectos. Es uno de mis libros favoritos y
una lectura que recomiendo mucho. Volver a releerlo me llevó un par de meses, el
libro completo es extenso y de trama compleja, ambientado en varios lugares,
épocas, con descripciones excesivas y muchos personajes, pero con una narrativa
que atrapa, que te hace sufrir y también reír. Esta será una de mis reseñas más
extensas (y que por eso haré por partes) pues he querido anotar con minuciosidad
y sin que se escape nada, el resumen de la trama del libro y mencionar a cada
uno de sus muchos personajes. Primero detallaré lo que fue la historia del
libro y después daré mi punto de vista como lectora, así que comencemos.
Quien no conoce la historia
de Edmundo Dantés que ha atrapado a infinidad de lectores en todo el mundo
desde su publicación, llevándola a ser de las obras favoritas y más querida
entre amantes de las letras, hasta llegar al cine y televisión en múltiples
adaptaciones, quedándose así en el corazón y memoria de quienes lo han
conocido. Esta obra magna de Alejandro Dumas está dividida en cinco partes:
1. El castillo de If
2. Simbad el marino
3. Extrañas coincidencias
4. El mayor Cavalcanti
5. La mano de Dios
Y cada una de esas
partes consta de varios capítulos que empiezan a dar forma a la historia e
introducirnos a una lectura deliciosa y a una aventura inolvidable.
La historia que
inicia el 24 de Febrero de 1815 nos presenta al protagonista; Edmundo Dantés,
joven apuesto, trabajador, honesto, responsable, atento y servicial que llega a
Marsella a bordo del “Faraón” con el cadáver del capitán del barco, cuyo último
deseo debió cumplir. Dantés, sin imaginar los problemas que su buen corazón le
acarrearía, se desvió a la isla de Elba donde le fue entregada una carta que
debía darle a otra persona en París, asunto que no sólo él conocía sino alguien
más que tomaría ventaja; su compañero de mar, Danglars. Este hombre lo chismea
con el señor Morrel, dueño de la naviera donde trabajaban, a lo que Dantés se
defiende diciendo que sólo cumplía las órdenes del valiente capitán Leclerc, el
señor Morrel le disculpa la falta y se olvida del asunto del desvío, cosa que
molesta al envidioso Danglars que sabe que Edmundo, por la gracia de Morrel,
tomará el lugar del capitán y no está dispuesto a someterse a los órdenes de un
muchacho por lo que fragua un malvado plan para quitar a Dantés de su camino.
Los amores de Edmundo eran su padre y su prometida Mercedes a quienes deseaba
ver después de meses de viaje, la bella catalana estaba próxima a ser su
esposa, sin embargo, la joven tenía un primo; Fernando Mondego que estaba
enamorado de ella y que por eso envidiaba también a Edmundo y junto a Danglars,
con Caderousse, otro de los amigos como testigo, dan forma al plan que quitará
a Dantés de sus caminos. Danglars le revela a Mondego lo que Edmundo ha hecho y
el misterio de Elba por lo que ambos miran la ventaja, pero Caderousse que
conoce a Dantés y a su padre no está muy de acuerdo con el mal que quieren
hacerle, por lo que los amigos lo emborrachan para evitar sea testigo lúcido del
complot que harán; una carta “anónima” escrita por Danglars denunciando a
Edmundo y que Fernando se encargará de entregar a las autoridades. De esta
manera, en la comida previo a la boda, llegan soldados a detener a Edmundo y
llevárselo para efectos de investigación, asunto que altera a su padre, novia y
jefe. Este arresto somete a Dantés a un interrogatorio con el sustituto del
procurador del rey que también fue sacado de su comida de bodas para atender el
asunto; Gerard de Villefort, hombre serio, duro e implacable como autoridad y
contra los delincuentes y traidores será quien atienda el caso después de haber
leído la carta acusatoria. Luego de las preguntas y respuestas y de ver Edmundo
la carta que le acusaba y cuya letra desconocía, Villefort, después de notar que
Dantés era un joven franco y especial y que podía ser inocente por su actitud y
manera de hablar, decide dejarlo en libertar, pero al pedirle la dichosa carta
que debía entregar a París y de la que Dantés desconocía su interior, mas no su
destinatario, fue el inicio de la condena para el honesto joven y al entregársela
Edmundo y al leerla Villefort, el asunto se complica por lo que representa.
Villefort le hace ver que ha sido una víctima de conspiración y enemigos de la
corona y que se le acusa de ser bonapartista, conspirando para restablecer a
Napoleón en el trono, cosa que Dantés niega asustado. Villefort quema la carta
y la hace creer a Edmundo que el asunto quedará entre ellos ya que la única
prueba del supuesto delito ya no existe, que calle lo sucedido y que jamás lo
hable con nadie, a lo que Edmundo le jura que así será, pero ordenando que se
lo lleven y creyendo Edmundo que le ayudará y quedará libre, lo que hacen es
engañarlo. Los intereses personales de Villefort le superan, Dantés no queda en
libertad, sino que su arresto es definitivo llevándolo a la fortaleza que se
convertirá en su sepulcro; el terrorífico castillo de If.
Sin saber
exactamente su delito y el motivo de su arresto, Dantés comienza su calvario
sin imaginar que nadie verá por su caso, que a su padre y a Mercedes nadie les dará razón de él y que pasará años en la prisión más oscura y olvidada. La
maldad, la envidia y la injusticia lo habían condenado —a sus escasos casi diecinueve
años— a la muerte en vida. Primero el sufrimiento y la desesperación, por su
destino, por su padre y por Mercedes, por quienes le atormentaba la idea de no
volver a ver, luego con el tiempo, la resignación a medias tratando de mantener
la esperanza de que lograría ser libre. Nunca se imaginó su mala suerte y
pasados cuatro años de encierro decide intentar acabar con su propia vida, no obstante,
después de creerse olvidado por Dios es cuando conoce a un compañero de celda
que por un error de cálculo del túnel por donde pretendía escapar va a dar a
donde él. Se hace llamar el abate Faria, quien para los carceleros está loco,
pero al tratarlo Dantés se da cuenta que no y que por el contrario es un hombre
instruido y sabio a quien aprende a querer como un padre y a escuchar con toda
la atención del mundo sus historias, incluyendo la de un tesoro. Ambos presos
llevan su amistad en secreto de los demás y mientras Edmundo le ayuda a seguir
con el túnel (ahora hacia la dirección exacta) el abate aprovecha instruirle en
las ciencias, ya que como el autor lo describe “Dantés era un hombre
sencillo y sin educación” por lo que Faria se encarga de enseñarle las
matemáticas, la física, la química, la filosofía y todo cuanto es de su
conocimiento como también le ayuda a desentrañar lo que hay detrás de su
arresto, haciendo que Dantés por fin vea claro y sepa las cosas; él fue víctima
de una trampa, de un ardid de quien lo denunció en la primera carta y de quien
no le convenía que se supiera de la segunda. Edmundo piensa con claridad y ata
cabos hasta saber los nombres de los que arruinaron su vida; Danglars, Mondego
y Villefort, los primeros por su trabajo y su prometida y el sustituto del
procurador del rey porque supo que el destinatario de la carta que traía de
Elba, un tal señor Noirtier, era nada más y nada menos que el padre de
Villefort, bonapartista fiel y a quien intentaba proteger por su posición ante
Luis XVIII, con ese objetivo lo encarceló y le rogó no mencionar más el suceso
ya que si alguien más sabía que Noirtier recibía instrucciones de sus camaradas
para la restitución del emperador, la posición de Villefort se vería en un
hilo. Saber esto le dio a Dantés nuevas fuerzas para continuar, pero no se
imaginaba que la salud del abate estaba mal y después de un ataque casi
cataléptico del que logra sobrevivir por instrucciones que el mismo anciano le
da a Edmundo, sabe que su tiempo se acorta y que jamás verá su tesoro por lo
que le encarga a su “hijo adoptivo” luchar por escapar y encontrar dicho tesoro
que se encuentra bajo instrucciones específicas y minuciosas en la Isla de
Montecristo. Luego de un tercer ataque, el sabio abate ya no lo resiste y muere
provocando en Dantés un inmenso dolor, sin embargo, al reponerse y pensar qué
hacer, resuelve entonces tomar el lugar del cadáver para poder escapar.
El plan dio
resultado y aunque no fue a dar a un sepulcro en tierra como lo esperaba, al
ser arrojado al mar peleó contra las aguas hasta lograr salir a flote y nadar
con las pocas fuerzas hacia una isla cercana de donde fue rescatado después, haciéndose
pasar por uno de los sobrevivientes de un naufragio que hubo la noche que llegó
y al ser interrogado se hizo pasar por lo que era, un marino, pero maltés. Para
su suerte, había sido encontrado por contrabandistas con quienes se quedó y le
valió su libertad, más que todo para conocer la isla de Montecristo y desear corroborar
si todo lo que le había dicho su viejo abate era cierto. Saber que estaba en el
año de 1829 y que hacía 14 años le arrebataron su vida y libertad, le produjo
turbación, pues había sido prisionero de 19 años y ahora era libre de 33. ¿Qué
había sido de su padre y de Mercedes?
“Y renovó contra Danglars, Fernando y Villefort, aquel
juramento de venganza implacable que había ya pronunciado en su calabozo.”
Dos meses y medio
se quedó Dantés con sus nuevos amigos.
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