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domingo, 1 de agosto de 2021

El Conde de Montecristo - Alejandro Dumas (parte 2)

 

Edmundo, obsesionado por lo que el abate Faria le había contado sobre el tesoro de Montecristo y su historia de siglos, decide ir en su búsqueda y logrando engañar a sus compañeros marinos, se queda solo en el lugar teniendo toda la libertad y el tiempo para dedicarse por entero a buscarlo, así que haciendo acopio de todo su ingenio y memoria, su tenacidad y paciencia dio los frutos esperados hasta llegar a la fascinación; el “tesoro de Spada” estaba justo donde el abate decía y ahora que Dios le favorecía y era dueño del destino, Dantés decide qué hacer con su vida de ahora en adelante.

“Tratábase de volver a la vida y a la sociedad, recobrar entre los hombres su rango, la influencia y el poder que da en este mundo el oro, la mayor y la más grande de las fuerzas de que la criatura humana puede disponer.”

Luego de la travesía, sus compañeros marinos regresan por él a la isla como habían acordado y al llegar a Liorna, Dantés compra una barca y le encarga a su amigo Jacopo que vaya a Marsella y averigüe qué había sido del destino de un anciano llamado Luis Dantés y de una joven catalana de nombre Mercedes, dándole al marino la dirección de ambos. Jacopo cumple con su encargo luego de que Edmundo les hiciera creer a su jefe y compañeros que en Liorna le había muerto un tío que le dejaba una herencia y como ya había terminado su servicio acordado cuando lo rescataron, esto le valió también su nueva y total libertad. Dantés viaja a Génova para comprar su propio barco y es en él, donde regresa a la isla de Montecristo. Ocho días después Jacopo lo encuentra regresando de Marsella para darle no muy buenas noticias; el viejo Dantés había muerto y Mercedes desaparecido por lo que él mismo decide entonces presentarse en Marsella y saber en realidad lo que ha pasado. El desconocido recién llegado causa admiración entre quienes lo miran, incluyendo antiguos amigos de la naviera en la que trabajó y quienes por suerte no le reconocieron. Haciendo alarde de su valor visitó su antigua casa (la cual ya estaba habitada pidiendo permiso a los nuevos inquilinos) donde reconoció todo y en donde le dolió saber que su padre había muerto. Al salir, preguntó por el sastre Caderousse, pero el portero le dijo que ahora tenía una posada, dándole a su vez la dirección de la misma. Dantés averigua quien es el dueño de su antigua casa y haciéndose pasar por un inglés llamado lord Wilmore, la compra. Esto lo hizo para que los jóvenes inquilinos se mudaran a otra de las estancias (de la misma casa) y le dejaran a él, la que ellos ocupaban. Este suceso con el desconocido dio de qué hablar entre las personas y más cuando al mismo desconocido le ven también por el barrio de los catalanes, donde al entrar en determinada casita preguntaba por las personas que la habitaban hacía más de quince años, en agradecimiento él supo recompensar a los pobres pescadores.

Caderousse también recibe una visita inesperada e inusual; la de un abate italiano de apellido Busoni que le interroga con curiosidad por un tal Edmundo Dantes a lo que Caderousse le dice que si lo conoció y sorprendido le pregunta por él, a lo que el abate le dice que murió como todo miserable preso condenado haciendo que el ahora posadero se sienta pesaroso y lamente el destino del joven Dantés. Sin embargo, entre la plática (y debido al tema y una joya que el abate le muestra diciéndole que es una herencia que Edmundo le dejaba a sus “amigos”) Caderousse termina hablando de más ante el clérigo diciéndole lo que se fraguó contra el pobre Edmundo, quiénes fueron los responsables y cómo lo hicieron, corroborando aún más lo que Dantés ya sabía gracias al abate Faria, pero agregando nueva información; el padre de Dantés había muerto de hambre casi al año de su arresto, (aunque aclarándole que Mercedes y el señor Morrel siempre veían por él) Danglars es ahora barón y un rico banquero, Fernando es un militar general y ahora Conde de Morcef y la estocada que Dantés no espera recibir; que su amada Mercedes está casada con él y se ha convertido en condesa. El primero le destruyó por ambición y el segundo por amor. Caderousse le cuenta al abate Busoni todo lo que sucedió en ausencia de Dantés, no sólo con su dúo de enemigos sino con el tercero; Villefort que ahora era el procurador del rey y vivía en París como los demás. En agradecimiento por saber tan valiosa información, el abate le entrega la joya a Caderousse, un espléndido diamante que puede librarlo de su pobreza. La manera que el abate encontró para hacer que Caderousse soltara la lengua fue haciéndole creer que la joya era una herencia de Edmundo hacia sus amigos y que el valor de dicha joya, debía ser repartido entre los mencionados, sin embargo, como los demás no era amigos de Edmundo ni tampoco necesitaban de una joya como esa, se la entregó al posadero.

Por Caderousse se enteró que el señor Morrel se había movido viendo por Dantés y averiguando qué había sido de su pobre e inocente empleado, así que al siguiente día de la visita del abate, un hombre de elegante frac visita al alcalde de Marsella como representante de una casa bancaria porque necesita información sobre la naviera del señor Morrel próxima a la quiebra, a lo que el alcalde le confirma que es verdad porque ha tenido muchas pérdidas de barcos y mercancía y por ende, de dinero, sin embargo, el alcalde le manda donde un tal señor Boville para más información y es con esta persona, que el elegante caballero inglés no sólo se da cuenta de los problemas económicos del señor Morrel sino que también accede a los registros de las cárceles por ser el hombre con el que habla un inspector de las mismas. Boville tiene dinero invertido en la naviera, dinero que cree perder por lo que el inglés le otorga la enorme suma a cuenta de su casa bancaria, haciendo que Boville se sienta agradecido. El inglés se hace pasar como discípulo del abate Faria y desea tener noticias de él, el señor Boville lo recuerda bien como el loco que hablaba de un tesoro, pero le dice que ha muerto más o menos entre cinco a seis meses, como también le dice del suceso extraño justo después de su muerte y fue la fuga de otro preso tomando el lugar del muerto, sabiendo con pelos y señales todo lo acaecido y contándoselo al inglés, incluyendo el ahogamiento del desdichado que creyó le enterrarían, pero como el inglés quería ver los registros del abate Faria fue complacido de inmediato gracias a su dinero prestado, aprovechando el hombre ver también el registro de Dantés y encontrando la carta acusatoria que lo denunciaba se la quedó. Para todo el mundo, Dantés había servido a la causa imperial de Napoleón, “bonapartista acérrimo” y por eso había sido condenado. Gracias a estos registros, el inglés conoce aún más de lo sucedido, Villefort se aseguró muy bien de mantener a Edmundo en el más estricto aislamiento dentro de If pues no le convenía que nadie hablara con él.

La casa de Morrel ya no era la misma desde que Edmundo la dejó y el naviero estaba a punto de quebrar lleno de deudas que no puede pagar, por lo que sabiendo el inglés lo que pasa le visita después y aunque Manuel, uno de los empleados de Morrel y enamorado de su hija, creyendo que el inglés era otro acreedor más quiso evitar que mirara a su jefe sin éxito por lo que se entrevistó con el naviero, presentándose como un comisionado bancario y recordándole su situación, mostrándole a su vez los pagarés del señor Boville y estaban por vencer pronto, el naviero le explica su triste condición y es en ese momento que le notifican al señor Morrel que su tripulación ha llegado, pero no en su Faraón que se ha perdido en un naufragio, el inglés es testigo de la turbación del naviero y su familia pues todas sus esperanzas estaban puestas en su barco y cargamento, pero ahora ya lo tenía todo perdido. El inglés viendo el problema que el naviero tiene le concede una prórroga de tres meses más para reponerse de esta pérdida por lo que para el día 5 de septiembre la deuda estará saldada. Al cerrar el trato, el inglés se encuentra con la hija del señor Morrel y le dice que si algún día llega una carta firmada por “Simbad el marino” haga todo lo que se indique al pie de la letra. La fecha indicada se cumple, pero por desgracia, el naviero no ha podido reponerse del todo y ante sus pérdidas, amenaza con suicidarse, el señor Morrel no tiene el valor de decirle a su familia lo que hará, sin embargo, a su hijo Maximiliano que es militar no puede engañarlo y el joven, tratando de persuadir a su padre gana tiempo para que el milagro que esperan se presente, en el último momento, llega una carta firmada por Simbad el marino y Julia hace exactamente lo que se le indica, el bien que una vez hizo el señor Morrel por el padre de Edmundo lo recibe ahora como su más enorme bendición, salvándolo de la ruina, la desgracia y la muerte. En la casa donde vivió el padre de Dantés, sobre la chimenea, estaba una bolsita que el naviero reconoció bien cuando la vio, en ella estaba el pagaré finiquitado y lo acompañaba un diamante, de la misma manera en la que el señor Morrel una vez le dejó dinero en esa misma bolsita y sobre la chimenea al padre de Edmundo, así mismo recibía su recompensa haciéndole saber que esa Providencia tenía un nombre, de igual manera recibía un nuevo “Faraón” cargado de mercancía. El desconocido pudo presenciar a distancia tan sentida escena llena de agradecimiento por parte de Morrel y su familia, sabiendo que le daba las gracias a Dios y a su desconocido benefactor. En esta escena nuestro personaje se despide de la bondad, de la humanidad y de la gratitud para dar paso a lo que realmente lo mueve; su venganza. Dantés deja Marsella para navegar hacia Italia.

Pasa el tiempo y corría el año de 1838, en Florencia se hallaban dos jóvenes aristocráticos franceses; uno se llamaba Alberto, vizconde de Morcef y el otro Franz, barón de Epinay, ambos grandes amigos y habían convenido disfrutar el carnaval de Roma ese año, Franz que ya tenía cuatro años de vivir en Italia le serviría de guía a Alberto. No obstante, los amigos se separan antes de verse en Roma por lo que Franz, escuchando sobre la isla de Montecristo (luego de estar en Elba) decide ir a visitarla creyéndola sola y cazar algunas cabras, sin embargo, se encuentra con su singular inquilino y volviéndose invitado de Simbad el marino vive, gracias a las alucinaciones de algo llamado “hachís” las “mil y una noches” en la cueva de las maravillas. A la mañana siguiente, y creyendo que había soñado, se da cuenta que su nuevo amigo se había marchado y él decide entonces irse para Roma y encontrarse con Alberto. Estando en la capital italiana, Pastrini el posadero del hostal donde se alojan les cuenta una historia sobre los bandoleros romanos y el cuidado que deben de tener con ellos, especialmente con uno llamado Luigi Vampa, sin embargo, durante una noche que ambos jóvenes visitan el Coliseo, Franz cree reconocer en una sombra con capa a Simbad el marino, escuchando a su vez la conversación que tenía con otro individuo, para colmo vuelve a verlo una noche de teatro decidiendo entonces el barón d’Epinay saber quién es verdaderamente ese hombre, más allá del Conde de Montecristo, inquilino también de la misma posada en la que se encuentra. Pastrini que se encarga de hacer las presentaciones, les introduce hacia el distinguido huésped, impresionando más a Alberto que a Franz, pero cultivando una amistad como buenos extranjeros en también tierras extrañas, valiéndose Montecristo de su posición y lujos e invitándoles a la ejecución que tendrá lugar al siguiente día antes del carnaval en donde dos delincuentes iban a morir, sin embargo, el conde apuesta por uno que saldrá con vida, haciéndole recordar a Franz lo que había escuchado en el Coliseo y así fue, el hombre al que se refería el conde fue perdonado y el otro ejecutado. Gracias a las facilidades otorgadas por Montecristo, los jóvenes disfrutan su noche de carnaval, sin imaginar que sólo uno regresaría al hostal; Alberto fue secuestrado esa misma noche exigiendo un cuantioso rescate, nota que le llega a Franz y éste, no tiene más remedio que acudir al socorro de Morcef con su poderoso amigo Montecristo para que entre ambos ayuden a Alberto antes del tiempo acordado porque si no, lo matarán. El conde ayuda a Franz y usando sus influencias logra llegar hasta la guarida en unas catacumbas y dar con el bandido que no es otro más que el famoso Vampa del que ya Franz y Alberto sabían. El rescate fue exitoso gracias a Montecristo y esto hace que Alberto se sienta en deuda con él por lo que, antes de regresar a su país, le invita a Francia para presentarle a todo su círculo y hacer alarde del héroe que es para él. Montecristo agradece su invitación, la cual acepta y quedan que en tres meses volverán a verse en París, en la dirección que Alberto le dio. Dejando al conde, Franz le advierte a Morcef las inquietudes que este personaje le causa, pero Alberto no hace caso, para él, Montecristo es un ser sobrenatural y regresando a París solo, prepara todo para recibirle e introducirlo en su mundo.


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