Páginas

sábado, 11 de diciembre de 2021

El Castillo de los Cárpatos - Julio Verne (parte 2)

 

Como lo dedujo Frik, dos viajeros extranjeros han llegado a la posada del Rey Matías. Se trata del conde Franz de Télek y su acompañante Rotzko, a quienes en la mañana siguiente, se les habla de los sucesos acaecidos en el famoso castillo de los Cárpatos, despertando la curiosidad del noble que como buen incrédulo, les hace ver que en ese lugar no hay espantos sino gente viva, que debe esconderse en dicha fortaleza por algún motivo. El joven nota que está entre gente realmente supersticiosa y hacerles creer lo contrario y su error, no será nada fácil. No obstante, pensando en continuar su camino, se le ocurre preguntar sobre el dueño del castillo y cuando se le informa quien es, palidece de golpe repitiendo el nombre: Rodolfo de Gortz.

El autor nos introduce a estos nuevos personajes y a una lamentable historia; la vida del rumano conde Télek,  su amor por la cantante lírica Stilla cuando viajó a Italia (Nápoles) y la conoció y también a su rival, el misterioso barón Rodolfo de Gortz, que sin imaginarlo, lo ha encontrado en su viaje y pretende enfrentarlo luego de lo que le hizo; quitarle al amor de su vida.  Se dice que cuando la joven decidió dejar su carrera para casarse con el conde de Télek, provocó el malestar del público por privar al mundo del talento de la joven, como también provocó el odio hacia él de Rodolfo, quién en la última noche de ópera, estando en su balcón, se desveló su rostro ante la cantante en escena, provocándole tal espanto y terror que cayó muerta al instante. Franz enfermó de dolor y Rodolfo, desapareció para siempre, no sin antes, en una nota, culpar al conde de la muerte de su preciada y venerada artista. El barón la conoció primero y se había obsesionado con la voz de la joven.

Franz, una vez sabiendo lo que era de su personal interés, decide hablar con Nic para saber más de su experiencia y cerciorarse de que su hipótesis es real y que en ese castillo no hay fantasmas sino alguien real y que ese no es otro que Rodolfo de Gortz que regresó a habitar su morada y que por el motivo que fuese, ahuyentará a los vivos curiosos y eso es lo que desea saber. ¿Qué es lo que esconde?

Franz lo ha pensado mucho y recordando lo que sucedió cinco años atrás, decide ir al dichoso castillo para enfrentar al ser que le arrebató el amor, pues está seguro de que se trata de Rodolfo, quién está vivo, habitando de nuevo su castillo y quién por artilugios se está valiendo de ellos para ahuyentar a los curiosos y evitar ser molestado. Lo hace, pero es persuadido por Rotzko de regresar y dejar tan arriesgada y peligrosa empresa, sin embargo, en el momento en que se disponían a irse, una figura femenina le aparece en los dominios del torreón del castillo y Franz, creyendo alucinar, la reconoce. Su amor, su Stilla, está viva y con eso basta para permanecer en ese maldito lugar y rescatarla.

Franz, excitado por la locura, decide rescatar a la que cree prisionera del barón de Gortz y decide hacerlo solo, apartando a Rotzko e indicándole que lo espere esa noche en las tierras que rondan el desfiladero del Vulcano y que a media mañana, si aún no ha regresado, entonces que se vaya a Karlsburg y dé parte a la policía para que asalten el castillo. Rotzko obedece no muy convencido y una vez separados, Franz se dirige entonces a la fortaleza, que en la oscuridad de la noche no es más que una trampa mortal, trampa en la que cae cuando de repente se ve dentro del castillo, encerrado y siendo prisionero.

Dentro de la oscura fortaleza, Franz no sólo debió lidiar con el laberinto que representaba el lugar, sino que al perderse al ir descendiendo, de repente se encontró en una cripta, donde volvió a escuchar la voz de su Stilla, se creyó loco y al intentar salir, no sólo se dio cuenta que era prisionero del castillo sino también de la misma cripta por haberse quedado encerrado en el lugar.

Franz apeló a su todavía juicio porque si enloquecía estaba perdido. Al hablarle al sonido de la voz de su Stilla ella no respondió, según él no lo reconoció y por eso creyó que ella, en ese encierro de cinco años y con el monstruo de su captor había enloquecido y él, por ella y para rescatarla no podía enloquecer tampoco, por lo que hizo acopio de su ingenio y las pocas fuerzas que tenía para intentar escapar. Le costó encontrar una salida, y cuando creyó sentirse perdido y sin otra salida más que la locura y la muerte, logró dar bajo sus pies con el camino que lo llevó hacia una capilla en ruinas y aunque sin lograr salir del todo, debió detener su trabajo al escarbar cuando escuchó a una persona aproximarse y al verlo gracias a la luz de un farol que lo alumbraba lo reconoció; se trataba de Orfanik, un extraño inventor que siempre acompañaba al barón y entonces supo que realmente ese hombre estaba en el castillo, no tardando en verlo pues poco después le hizo compañía a Orfanik. Franz se asombra al reconocerlo y más por verlo exactamente igual a como lo vio la última vez, sin que el tiempo le alterara el aspecto físico. Eso le asombró como también le valió su escondrijo para escuchar la plática de esos dos.

Franz escucha la plática de los hombres y descubre todo cuanto ha acontecido. Nada ha sido sobrenatural como lo creen las gentes de Werst, sino obra de la ciencia, de la física y la química, gracias a los talentos del inventor Orfanik, cuyo genio, no reconocido por el mundo si fue apreciado por el barón, poniéndose entonces a su servicio. Todo lo pasado desde la cola de humo visto por Frik tiene su explicación lógica y científica y la manera en la que el barón se daba cuenta de todo lo que pasaba en el pueblo, era gracias a un hilo de cobre que conectado a un teléfono, en su castillo escuchaba todo desde la posada sin necesidad de auricular, haciendo que pudiera prepararse para espantar a los supersticiosos por todo lo que escuchaba de los que se reunían allí. Así fue como Nic escuchó la voz que le advirtió del peligro si iba al castillo, gracias a la maquinaria de Orfanik, hizo producir una serie de fenómenos proyectados que fueron los que espantaron a Patak, lo que pasó con Nic en el puente levadizo fue una descarga eléctrica y el que Patak no pudiera moverse fue por unas placas que como imán lo sujetaron al suelo. Ahora Franz lo sabía todo, sin embargo, el barón y Orfanik se preparaban para huir por un pasadizo que conectaba el castillo con la garganta del Vulcano, porque sabían que Rotzko venía hacia ellos con una tropa de policías y a ellos no se les iba a engañar con supuestas artes diabólicas. No obstante, el barón había dicho una sola cosa que paralizó a Franz; mientras Orfanik se adelantaba hacia la ciudad de Bistritz, él escucharía por última vez la voz de su Stilla.

Luego que los hombres se fueran de la capilla y quedaran en sus planes, Franz, que ha vuelto a quedar solo en la oscuridad, aprovecha seguir con su tarea de quitar los viejos ladrillos con la ayuda de su cuchillo hasta lograr salir a la capilla donde momentos antes, estaba Rodolfo y su inventor. Se dirigió a la puerta por donde les vio salir y después de un desesperado recorrido se vio en un salón con algunos extraños artilugios que no alcanzaba a comprender, sin embargo, en un sillón miró al barón sentado e inmóvil y cuando se disponía a atacarlo, la visión de su Stilla cantando esa última aria en el teatro de Nápoles, lo paralizó dándole toda su extrema atención y desviándolo de su propósito. Verla lo extasió, pero también lo perturbó ya que él no entendía como es que ella no le reconocía al verlo, la creyó realmente loca bajo los dominios del barón y su encierro. Al momento que Franz se precipita hacia ella para llevársela, se topa frente a frente con Rodolfo que reacciona viendo a su enemigo vivo y cerca de él, y para herirlo más, en el momento en que Franz creyó rescatar a Stilla, Rodolfo se lanza hacia ella sin que Franz pudiera detenerle a tiempo y le encaja a la figura femenina, en el corazón, el mismo cuchillo de Franz, provocando que la figura de la mujer se quiebre en miles de fragmentos cuál cristal. Franz está demasiado aturdido ya que al ver aquello y sin comprender, casi lo enloquece y ya sin tener más fuerza, intenta atacar al barón, pero cayó desvanecido cerca de su enemigo y Rodolfo, aferrándose a una extraña caja, huye de su salón porque sabe que falta poco para que el castillo vuele en pedazos, no obstante en su huida y ante una primera detonación, Rotzko le reconoce a distancia y disparándole, no le hiere a él sino que destroza la caja que con tanto cuidado se llevaba, haciendo que Rodolfo enloquezca de dolor y de ira. En ella se llevaba la voz de Stilla que tanto había preservado y que ahora le habían destruido y para colmo, otra detonación se produjo, haciendo volar gran parte del castillo en lluvia de piedras.

El desenlace se acerca y al ver Rotzko y Nic la explosión del castillo, les asustó ya que el primero solo pensaba en su amigo y su destino. En los escombros entre la muralla y la base del torreón encontraron un cuerpo que cualquiera en Werst reconocería y del cuál dieron fe; se trataba de Rodolfo y al seguir buscando, encontraron el de Franz en el primer piso del torreón que gracias a un arco medio hundido de la muralla no quedó sepultado y aunque estaba vivo, (aunque desvanecido) únicamente como delirio repetía la frase del aria de su amada con la mirada extraviada y sin reconocer a nadie. Habían pasado tres días desde que el conde decidió enfrentar a Rodolfo y rescatar a Stilla, por lo tanto, era lógico que sin la ración adecuada de agua y alimentos, sumado a la oscuridad del encierro donde no supo si era de día o de noche y su frustración por no lograr salir, como también haber visto lo que pasó con su Stilla, Rotzko con tristeza supo el estado que su amo presentaba; por desgracia había perdido la razón.

¿Cómo se supo entonces estas situaciones que se narraron si el único que podía decirlo estaba demente? 

Resulta que cuatro días después, Orfanik que se cansó de esperar al barón en la ciudad de Bistritz, donde se encontrarían y viendo que no aparecía, decidió regresar a Werst y rondar por los despojos del castillo, pero gracias a Rotzko que le conocía, los policías le aprendieron y le interrogaron. Resulta que no sólo confesó que la cantante estaba bien muerta y enterrada en Nápoles, sino que a la obsesión del barón por ella, utilizó unos aparatos llamados fonógrafos para en sus placas grabar la voz de la mujer en sus representaciones de Stefano y Orlando en el teatro, de ahí el que su voz se escuchara pues era lo que calmaba al barón todas las noches y hubo algo más; un sencillo artificio de óptica. Como Rodolfo tenía un magnífico cuadro de la Stilla, esa misma imagen, reproducida en espejos y en lugares estratégicos, daba la impresión de volverse una aparición y fue así como utilizando ese truco, Franz fue atraído hacia el castillo, pues las intenciones de Rodolfo era no sólo aprisionarlo sino matarlo, ya que tenían los planes de provocar la explosión y el barón de huir hacia Bistritz que era donde Orfanik le esperaba. Así pues quedó explicado y resuelto el misterio que rodeó en esos días desde el humo en el torreón a la aldea de Werst, despertando la excitación en sus habitantes y también sus supersticiones. 

Lo que Orfanik dedujo es que el barón no buscó escapar sino sepultarse más rápido y morir debido al disparo que le destruyó la caja que llevaba, ese era un fonógrafo y sin la voz de Stilla, para él ya no tenía caso seguir viviendo. El resto de fonógrafos Orfanik se los dio a Rotzko para ayudar a la condición del conde, que en efecto, fue llevado a su castillo en Krajowa y sólo ante la voz de su amada, reaccionaba un poco de su mente perdida hasta con el tiempo, volver a recuperar su razón.

Una semana después de los sucesos en el castillo, Nic y Miriota, su prometida, se casaron y aunque los sucesos fueron explicados con base científica, (algo que repetía Patak dándose la razón desde el principio como buen incrédulo) para los personajes notables de Werst seguían siendo sobrenaturales y esas leyendas transilvanas, seguirán contándose tras generación y asegurar que seres de otro mundo, los rondan y que se niegan a dejarlos, especialmente, al castillo de los Cárpatos.

Sin duda una historia corta de 18 capítulos, pero que se van en un suspiro. Muy entretenida y muy bien narrada a pesar del exceso de descripciones tan minuciosas y tan concretas que sorprenden como si el autor hubiese estado en esos lugares, haciendo al lector participe de ello. Sólo el genio de Verne pudo mezclar la ciencia y lo paranormal, introduciendo al lector en tan atrapante historia sin dejar de leer hasta el final, encajando toda la trama y los sucesos que mantiene al lector enganchado por su aire tétrico y dando la explicación lógica con base en la ciencia.

Una obra muy recomendable, una lectura agradable y una historia, que por su drama romántico le llega uno a tomar cariño y tener empatía por el pobre conde de Télek y a su vez, respeto al barón de Gortz. En lo personal, no niego que estas explicaciones científicas me decepcionaron un poco, aunque sean lógicas (desde lo que le pasó a Nic deduje que había sido alguna corriente lo que le aturdió) pero es que en el misterio está el encanto y yo prefiero quedarme con la parte sobrenatural de la historia, con el encanto de la fantasía, con la idea de un castillo embrujado y con la historia de la dinastía de Gortz, que aunque fueron humanos comunes, nada quita imaginar que este Rodolfo tenía su lado macabro e inmortal o al menos, algo sobrenatural. ¿Qué rostro le hizo ver a la Stilla para que tal fuera su impresión y cayera muerta?

Si aún no conoces la historia te invito a que lo hagas y leer lo que sería un "delicioso entremés" entre las obras del gran Julio Verne.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría saber tu opinión, gracias por visitarme.