Octubre 20 de 1,999
S
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e aproximaba un nuevo
siglo y estaba cansada de la monotonía. Decidí hacer un corto viaje para
escaparme del estrés cotidiano, así que dispuse todo para olvidar la
civilización y la vida agitada de la tecnología, mi destino, la antigua
Inglaterra. Mientras iba en el vuelo memoricé toda una revista que hablaba
sobre los destinos ingleses más antiguos para visitar. Eran lugares mágicos,
llenos de historia, misterios y fenómenos paranormales, pueblitos tan pequeños
que ni siquiera estaban en el mapa en donde todavía se podía transportar a
caballo y en donde las velas brillaban con tenue luz por las noches, así que
encontré exactamente lo que buscaba. Nada de televisión, nada de teléfonos,
nada de red, en fin, nada de comodidades de la vida moderna.
Ese
día llegué un poco tarde a Londres, así que en el aeropuerto me dijeron que lo
más sensato era pasar la noche en la ciudad y el siguiente día reanudara mi
viaje, por lo que seguí el consejo. Un alojamiento cómodo en un lugar céntrico
fue una buena opción para una sola noche, había mucho que hacer en Londres pero
preferí comer algo liviano y descansar lo suficiente. Sin duda, fue una noche
muy tranquila.
Al
siguiente día tomé un vuelo que me llevaría a mi destino y después del vuelo un
tren y después del tren… alquilé un taxi-carruaje que me llevaría a Lonford, un
pueblecito muy pequeño y muy antiguo. Pero antes de partir, sentí mucha hambre
y divisé un lugar donde se podían comprar hamburguesas y refrescos así que no
dude en ir. Cuando terminé de pedir mi orden para llevar y regresé al carruaje,
el cochero que me esperaba decidió ir al baño antes de partir, así que ahora me
tocó esperarlo un momento a mí. Pero en ese instante algo raro sucedió, una
tormenta se avecinaba de la nada y los truenos comenzaron a rugir. La lluvia
amenazaba con caer de un momento a otro y aunque ya eran más de los cuatro de
la tarde el cielo se oscureció rápidamente. Truenos, relámpagos y rayos se
miraban a los lejos en el horizonte y me dio un poco de temor, un extraño temor
como si eso no fuera algo natural. Cuando el hombre regresó, subí
inmediatamente al carruaje y nos fuimos, él se percató del mismo fenómeno, pero
no quiso mencionar el asunto. Le pregunté mientras comía cómo era Lonford y según
él, poca gente lo visitaba por su famosa
actividad paranormal ya que a los fantasmas no les gusta recibir visitas. Tiene
una reducida población que no llega ni a los dos mil habitantes y eso que son
personas nacida allí, el lugar se fundó allá por el siglo XII y es de los pocos
lugares que se conserva intacto tal y como se fundó. Todo recorrido se hace a
pie, en caballos o carruajes, las posadas son de lo más discretas y nada
lujosas. Sus habitantes se conforman con tener lo necesario, incluso hasta en
su manera de vestir, algo que es imposible de creer a finales del siglo XX.
Cuando
llegamos después de una hora de camino, el cochero me llevó a uno de los
mejores hostales que conocía del lugar y aunque me pareció un lugar bonito, lo
que más me podía era el cansancio. Mientras él bajaba mi equipaje y yo estiraba
las piernas algo me distrajo, fue el ruido de otro carruaje que se aproximaba a
donde estaba yo, era bastante raro, parecía una carroza fúnebre del siglo XIX,
toda negra, con grandes plumas en los cuatro lados y en las cabezas de dos
hermosos caballos negros que tiraban de ella, pero el hombre que conducía el
carruaje no vestía de esa época, su vestimenta era parecida a la usada a
principios del siglo XX, pantalón negro y zapatos de cordón muy reluciente,
camisa blanca de cuello con chaqueta negra sin mangas y botones por encima que la
cubría, corbata negra y una gran chaqueta larga y negra también. Sin motivo, la
piel se me erizó porque sentía que algo no era normal, pero era el rostro del
hombre lo me dejó sin habla; era increíblemente apuesto, de hermosos ojos
azules, nariz fina, labios perfectamente delineados, cabello castaño largo a
los hombros, en su cabeza presumía una boina negra que le caía a un lado y lo
hacía ver seductor, de contextura fuerte, alto y al verlo sentí derretirme. Se
detuvo frente a mí sin desviarse para nada del camino;
—Señorita
¿Puede decirme hacia donde está Hablock?
A
pesar de ser extranjera había visto de ese lugar, según el mapa y el manual
turístico que tenía, ese lugar estaba a tres kilómetros más delante de Lonford;
—Yo…
—balbucee—. Soy extrajera, pero creo que ese lugar que menciona está a tres
kilómetros más delante de aquí.
—¡No
es posible! —exclamó llevándose las manos a la cara desesperado—. Eso no puede
ser. ¡Maldición no puede ser!
—Cálmese
no se desespere ¿Puedo hacer algo por usted?
—Siento
que estoy dando vueltas en círculos —dijo liberando el aire que lo asfixiaba—, se
suponía que ese lugar estaba a tres kilómetros hacia atrás.
—Pues
yo solo le dije lo que sé.
—Siempre,
siempre me dan mal las direcciones —dijo desesperado y llevándose las manos a
la cara de nuevo—. Es por esa razón, que nunca puedo llegar a mi casa.
—¿Usted
vive allá?
Sin
contestar, se limitó a ver el antiguo reloj de plata que colgaba de su bolsillo
susurrando a Shakespeare; "Cualquiera puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo siente."
—Lo siento —dijo guardando el relog en su bolsillo—, debo de apresurarme para no llegar tarde.
Hermoso!!! Itxa, esta hermoso... tanto el fic como el blog... y muy completo... algun dia haré el mio.
ResponderEliminarMuchas, muchas gracias, es un placer tenerte por acá y que me visites y me dejes tus amables comentarios, abrazos!!!!
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