lunes, 19 de abril de 2021

La Dama de las Camelias – Alejandro Dumas (hijo)

 

Título: La Dama de las Camelias

Autor: Alejandro Dumas (hijo)

Año: 1848

Género: Drama, Novela romántica/autobiográfica

Cuando tienes un gusto por la literatura clásica y vuelves a ellos, la impresión que tienes es dividida; a veces como la primera vez, a veces como si la conocieras de toda la vida. ¿Les pasa o sólo a mí?

Sin duda, una obra inolvidable de la literatura es La Dama de las Camelias de Alejandro Dumas (hijo) no sólo por la historia en sí sino por su manera de narrarse, ya que la protagonista es una difunta, cuya vida se conoce por dos narradores; las investigaciones del escritor y el protagonista que la amó. Se trata de una novela corta de 27 capítulos que se lee en un suspiro. La obra inicia con las reflexiones del autor, justo después de conocer la historia en su totalidad, partiendo la narración desde el momento en que la protagonista ya ha muerto y sus cosas están en subasta para pagar las deudas que dejó. El tema principal que nos hace ver la historia es la prostitución de la protagonista pero que debido al tiempo que sucedió y al estilo narrativo del autor, sumado a cómo acontecieron los hechos, es una lectura agradable, de pluma elegante y narración respetuosa que en ningún momento da detalles íntimos descarnados ni explícitos que pueda resultar chocante para el lector, al contrario, es una obra que merece la pena conocer de principio a fin y así, como lo dice el autor, hacerse uno mismo un juicio del personaje que es imposible llegar a señalar de manera acusatoria. La historia es drama desde el inicio así que si eres muy sensible, ten a la mano los pañuelos porque el nudo en la garganta y las lágrimas parecen ser inevitables.

“A mi juicio, no se pueden crear personajes sino después de haber estudiado mucho a los hombres, como no se puede hablar una lengua sino a condición de haberla aprendido seriamente. Como no he llegado aún a la edad de inventar, me limito a relatar.”

Así inicia el libro, adentrándonos a conocer a Margarita Gautier, hermosa cortesana de París que gracias a sus favores y a sus exclusivos amantes, goza de una vida de lujo, en la cual derrocha sin preocuparse por su futuro y viviendo el presente, ya que, detrás de esa aparente “vida feliz” de fiestas, teatro, joyas, costosos ramos de Camelias y dinero, no sólo sacrifica su cuerpo sino su delicada salud; ella padece de tisis (tuberculosis) y no vivirá mucho tiempo, por eso su actuar libertino que trata de disfrutar sin medir los gastos que al final la llevarán a la miseria. Ella ignora que los ojos de un hombre diferente la han visto con amor desde hace tiempo atrás y no sólo con deseo y es así, como conoce a Armando Duval, un abogado de clase media que jamás le podrá dar los lujos a los que ella está acostumbrada pero que le entregará lo único que tiene de valor y que ella jamás tendrá de los otros; su corazón y su amor, permitiéndole ella entonces entablar una amistad que poco a poco a ella la irá cambiando porque se da cuenta de que él se preocupa por ella como jamás lo han hecho otros, sin embargo, Margarita le condiciona a la única relación que ella le puede ofrecer, y él aceptando todo a ciegas como un amante inmaduro y enamorado, empieza un tórrido romance en una relación que a la larga los herirá con latigazos de amargura. Armando deja de ser el hombre que ha sido y para hacer a un lado los celos que lo atormentan cuando la sabe a ella en otros brazos, se lanza entonces a los juegos, donde el apostar le hace distraerse de su realidad. Cuando ella rompe relaciones con los amantes adinerados que la sostenían (por darle gusto a él) y pasa unos meses de idilio con Armando en el campo, comienza a darse cuenta que se ha enamorado de él y que está dispuesta a vivir en la modestia pero arropada con el intenso amor que él le da. Para ambos esos meses son los más felices de sus vidas y cuando ella ya ha empezado a hacer sacrificios, vendiendo o empeñando sus cosas de valor para no tener que ser una carga para él y cuando él se da cuenta y la ama más por ese actuar, es cuando se dispara el error que llevará a pique la relación destruyendo todo. A sus espaldas, Armando decide poner su fortuna personal, heredada por su madre en manos de Margarita y darle una sorpresa, para eso va a visitar al notario de su padre que lleva esos asuntos legales y le expone su deseo, advirtiéndole que por favor su padre no se entere de sus planes, cosa que el notario no obedece y es lo primero que hace. Días después el padre de Armando llega a París y empieza la confrontación entre padre e hijo, negándose este segundo a dejar a la mujer que ama sin importarle nada más, haciendo entonces que su padre tome otra resolución, lo que provoca el cambio en Margarita hacia él. Un día que Armando regresa de buscar a su padre, ya no le encuentra a ella en el campo, lo ha dejado definitivamente, diciéndole en una carta, que para cuando él la lea, ella ya tendrá otro amante. La locura de Armando es casi demencial y sabiendo que la ha perdido regresa con su padre, pero el asunto no acaba ahí. Con el tiempo Armando se recupera y decide volver a París y buscarla, pero para vengarse y hacerle pagar su traición. Se busca otra amante, conocida de Margarita y entre los dos, lanzan esos dardos de veneno y odio, que al final terminarán con su delicada salud, llevándola a postrarse en su cama. Una última vez, ella lo busca, él se debilita y vuelven a entregarse, pero al final, ella regresa a su vida y Armando, dolido como siempre, la hiere y humilla como sólo se le hace a una querida, asunto que lleva a Margarita a sufrir y a alejarse definitivamente de él y él también decide irse de París lo más lejos posible. Con el tiempo, la salud de Margarita empeora y más, cuando los acreedores comienzan a acosarla, embargándole todo y esperando únicamente el momento de su muerte. Para ese tiempo es cuando escribe sus memorias para que le queden a Armando, dando instrucciones de que dichos papeles le sean entregados a él. En su agonía, la única esperanza de la chica es volver a verlo antes de morir, cosa que jamás sucede. Cuando Armando se entera de su gravedad le es tarde y ya no logra encontrarla a su regreso a París. La mujer que él tanto había amado, ya estaba muerta y los acontecimientos posteriores los sabremos tanto por él mismo como por el escritor, ya que este segundo, yendo a la subasta hecha de las cosas embargadas a Margarita, compra un libro que Armando le había regalado a ella y cuya dedicatoria le había parecido extraña. Armando, haciendo sus averiguaciones al respecto, da con él, le ruega le ceda el libro y es así como estos dos hombres se conocen, se hacen amigos y Armando le cuenta su historia con la señorita Gautier, luego de haberse atrevido a exhumar su cuerpo para cerciorarse de que se trataba de ella y enterrarla en un lugar más digno. El escritor ve en Armando a un hombre devastado y al conocer su historia y luego el escrito de Margarita, hace que merezca la pena el plasmarla, ya que al final de todo, Armando conoce el sacrificio que Margarita hizo por amor a él y a su familia cuando lo dejó, cosa que no lo haría una mujer cualquiera sino una verdaderamente excepcional, que murió sola y en la miseria por amor a él.

 “Volví a París, donde escribí esta historia tal como me la contaron. No tiene más que un mérito, que quizá le será discutido: el de ser verdadera. No saco de este relato la conclusión de que todas las chicas como Marguerite son capaces de hacer lo que ella hizo, ni mucho menos; pero tuve conocimiento de que una de ellas había experimentado en su vida un amor serio, por el que sufrió y por el que murió, y he contado al lector lo que sabía. Era un deber. No soy apóstol del vicio, pero me haré eco de la desgracia noble dondequiera que la oiga implorar. La historia de Marguerite es una excepción, lo repito; pero, si hubiera sido algo habitual, no habría merecido la pena escribirla.”

Y sí, concuerdo con el autor de que es una historia que merece conocerse.

La impresión que deja el libro es de profunda tristeza, yo soy de las que piensa que este tipo de historias es para leerlas una sola vez, sin embargo, La Dama de las Camelias hace un fuerte eco y hasta puede convertirse en lectura obligada por ser un clásico de la literatura que al final deja de una lección que aprender. Lo que encierra la historia basada en hechos reales y su manera de haberse plasmado en rico lenguaje, hace del libro una lectura adictiva y fascinante, con frases y reflexiones que se pueden atesorar, pero con una resaca literaria que difícilmente se puede sacudir. Tanto así, que por primera vez en mi vida, (y no sé por qué) tuve la necesidad de escribir una carta a un personaje literario, pasa a leer aquí.

Si bien La Dama de las Camelias es una historia basada en una persona real que conoció el autor del libro y con quien dicen, tuvo un romance, es obvio que tiene sus diferencias con respecto al escrito con el que quiso inmortalizarla, dejando íntegros algunos sucesos y personajes que menciona de manera sutil. ¿Se habrá perfilado Dumas a él mismo en el papel de Duval? Es posible la semejanza. Lo cierto es que la verdadera “Margarita” que se llamaba Marie Duplessis si murió muy joven y de tuberculosis, pero no sola ni en la miseria como pasó en el libro, sino casada y convertida en condesa.

Y tú que conoces la historia, ¿qué impresión tienes del libro?


domingo, 18 de abril de 2021

Carta para Armando Duval

 

Distinguido señor Duval:

Me disculpará usted que no le diga en el encabezado “Querido” o “Apreciado” ya que mi honestidad no me permite dirigirme a su persona bajo hipocresía ni palabras lisonjeras.

Gracias al señor Dumas, he conocido su historia y déjeme decirle que es algo para leer solamente una vez y luego tratar de olvidar un asunto tan amargo. Como escritora, me veo en la necesidad de decirle que escogió usted muy bien a quien contarle sus penas, porque si me la hubiese narrado a mí, jamás la habría publicado. Creo que uno ya tiene suficientes problemas personales como para echarse otros encima y sufrir por ellos y el señor Dumas, fue muy amable en dejar que usted le compartiera su historia. Esa es nuestra curiosidad como escritores sólo que yo, respetable señor, no había llegado ni a la mitad del asunto cuando ya no quería saber nada más, sus altibajos me cansaron. Disculpe usted, soy mujer y como tal no puedo ponerme de su lado, para eso está el señor Dumas que puede, lo compadezca porque hasta ahí puede llegar su drama, simplemente a compadecer. Disculpe la rudeza de mis palabras, pero le juro que estoy tratando de ser amable y pensará usted que bien me las pude haber ahorrado y no decirle mi opinión, una que usted no pidió, ya que no es eso lo que usted espera y tiene razón. Puede que no le interese, no obstante, le pido me lea hasta el final como yo hice con su historia y al terminar, si se siente usted furioso, pues siéntase también en la plena libertad de romper o quemar estas líneas y no conservarla junto a las otras que le sirven de consuelo. Lo que yo necesitaba era desahogarme y eso estoy haciendo.

Si en algo vale mi consejo a quien o quienes están leyendo su historia es mejor olvidarla, cosa que también usted debe hacer si desea vivir en paz el resto de sus días, si es que puede, aunque lo dudo porque lo que se conoció gracias a usted es algo peor que Romeo y Julieta.

Respetable señor, déjeme decirle que su drama no provoca en mí, ni siquiera lástima y a continuación le detallaré —a riesgo de que me deteste usted por decirle la verdad— todo lo que pienso de su “error” cometido.

Sí, reconozco que su amor (el suyo) es admirable como desdichado. Le admiro eso, su manera ser señor, encantaría a cualquier dama que desee una vida cómoda y tranquila y sobre todo, sentirse tan amada con el semejante amor y adoración que todo su ser fue capaz de ofrecer. Yo misma estuve tentada a caer en sus redes, porque imaginarme caminar del brazo de un hombre como usted por las calles de París, tan guapo, tan varonil y con una posición respetable, es todo un orgullo y amarlo no sería difícil, usted merece, por el amor que describe su amigo, que le amen tan intensamente o más. Amarse mutuamente es sin duda el gozo de toda pareja, por desgracia, usted decidió atarse a un imposible, a un amor prohibido y de ahí la desdicha suya y de paso, la de su amante. ¿Qué no pudo pensar en eso? ¿Valía la pena arruinar ya mucho más, la existencia de la pobre Margarita? Sí, usted es todo un poeta cuando dice que era cosa del destino conocerla y enamorarse de ella, pero lo que fue incapaz de considerar era el daño que le terminaría haciendo, consciente o inconsciente, usted señor Duval fue el culpable de lo que precisamente quería evitar; que la enfermedad de Margarita acelerara su muerte. Claro, consuélese creyéndole lo que ella le dijo de que los días más felices de su vida los pasó con usted, es cierto, yo le creo, y es más, el hecho de que usted cambiara para amoldarse al estilo de vida de ella, hizo que ella lo terminara amando más por semejante sacrificio pero reconozca que ese hombre no era usted, el chiste no era cambiar su esencia sólo para ganarse aún más su afecto, pero el amor tiene caminos extraños, es verdad y nos incita a hacer cosas también extrañas e inexplicables, pero por desgracia usted se enamoró de la única mujer que no podría ser del todo suya, reconózcalo y de paso, a causa de ese deseo febril que lo consumía, también ella fue desdichada y sabe usted por qué. No me malinterprete, cuando digo que no podía ser del todo suya no me refiero a que se atreva a dudar de su fidelidad cuando se fueron a Bougival, claro que fue sólo suya en cuerpo, alma y corazón, pero cuando digo que no fue del todo suya es porque era su amante no su esposa, ¿pasó por su cabeza proponerle matrimonio y hacerla completamente dichosa, liberándola por completo de la vida en la que la conoció o no era ella digna de semejante honor? ¿Lo pensó o le dio miedo el rechazo de ella al compromiso? Creo que lo que usted tuvo claro desde el principio era que su padre jamás lo hubiese aceptado y por eso ni lo intentó. No obstante, yo sólo tengo una sola interrogante a todo este asunto desde que lo conocí y creo que ni usted ni el señor Dumas me podrán responder. Si Margarita tenía tisis, ¿cómo es que ni usted ni los demás se contagiaron? Esto es algo que no puedo explicarme porque en cualquier momento la enfermedad se dispara volviéndose contagiosa y creo que nadie mejor que usted estuvo en las crisis de Margarita teniendo esa cercanía que obvio no voy a revivirle. Pero volvamos al tema que nos compete, ¿Jamás pensó usted que terminaría haciéndole daño también? ¿Qué no leyó alguna vez a Shakespeare y su advertencia de que el amor es ciego? Su preocupación por ella desde el principio fue algo conmovedor, usted provocó con ello ese cambio que Margarita no creyó experimentar, pero ¿no fue capaz de prever todo lo que su idilio iba a desatar? Señor Duval, por desgracia, es el siglo XIX y en él o el cualquier otro, siempre la mujer sale perdiendo en todo, al hombre no se le juzga por las queridas que tenga, es algo natural e injusto, pero la mujer si es señalada como lo más bajo si se dedica al oficio, siendo degradada hasta lo último, sin que nadie llegue a pensar en si ellas tienen muy en el fondo, un corazoncito en el que deseen tener un único hombre que las ame por lo que son y las rescate de semejante vida. Los lujos son sólo una pantalla señor, esto es de hacer las del payaso, ¿no cree usted que se sufre en esa clase de vida? creo que conoce la respuesta. Entiendo que usted creyó que su amor podría cambiar las cosas y lo hizo en parte, no dude que lo logró, siéntase orgulloso si puede. Sin embargo, sigo sin entender lo que pasaba por esa cabeza suya, insisto, ¿consideró alguna vez tener a Margarita como esposa y no sólo como amante? ¿Pensó alguna vez casarse con otra, a la que haría inmensamente desdichada, porque para usted no existía ninguna otra como Margarita? Señor Duval, usted mismo menciona que varias veces Margarita lo llamó “niño” y eso hacía ver su inmadurez en el asunto. Y lo mismo pienso yo. O es demasiado inocente o es demasiado estúpido y discúlpeme usted el insulto, pero no puedo evitar decírselo. No niego que su idilio me hizo suspirar a ratitos y entiendo que el tiempo que vivió con ella fue el más ardiente y feliz de su vida, al igual que para ella, una emoción que ambos se permitieron vivir. Su amor logró el cambio que quería, estaba dispuesta a todo por usted, eso jamás lo dude, pero por desgracia usted mismo fue el culpable de que las cosas se fueran a pique y el romance tuviera fecha de caducidad. ¿Qué no sopesó que la visita suya al notario de su padre sería su condena y detonante? ¿Qué no imaginó que ese hombre jamás iba a callarse lo que usted le planteó y que lo tomó como una reverenda locura? ¿Qué no pensó usted lo que su padre haría si se daba cuenta de sus andanzas? Y peor, ¿qué no imaginó jamás que él intervendría y estaba detrás del actuar de Margarita hacia usted después, aún a costa de todas las pruebas que ella le dio de su amor y lo que ella misma estaba dispuesta a hacer por usted? Vuelvo a repetirle, o es usted demasiado inocente o demasiado estúpido y es algo que en lo personal a mí me decepciona. No señor, no es su historia lo que vale la pena contar, sino la de ella, la de una hermosa cortesana, que a pesar del mal que la aquejaba, era alegre y vanidosa, que vivía en la opulencia y obtenía lo que quería, que era la envidia de muchas y el deseo de todos, que un buen día conoció el amor por casualidad, pero así mismo, una desdicha peor por el sacrificio que se vio obligada a hacer, que para colmo, aceleró aún más el desarrollo de su mal, porque bien se dice que cuando el alma se enferma, el cuerpo lo resiente y eso fue lo que la terminó de matar. Ella sufrió su agonía pensando en usted y usted, creyéndose todo su cuento por el que lo alejó, su injusto y reprobable actuar, indigno de un caballero como se supone es usted, lo que hizo fue buscar vengarse con otra amante y lanzarle sus dardos de desdén y odio, lo que la hizo sufrir más, acelerándole su final y peor, la última noche que estuvo usted con ella. ¿Cómo se atrevió a hacer después lo que hizo? ¡La terminó de herir y humillar! Me fue imposible de creerlo y de haberlo tenido a usted enfrente, jure que yo le hubiera estampado a su atractiva cara tremenda bofetada que hasta la fecha le siguiera doliendo, se lo merecía. Repudio yo su forma de actuar que no fue de un hombre dolido sino de un completo idiota. Desearía que fuese usted un tapete para pisotearlo yo cuantas veces quiera. Si de verdad le duele su forma de morir, ojalá sus remordimientos le permitan a usted vivir. ¿Qué le impidió buscarla de inmediato otra vez en cuanto supo de su gravedad? Sí, Margarita parecía tener mala cabeza porque el lujo de sus ganancias la cegó sin pensar en ahorrar y evitarse tantas deudas, lo que le habría impedido morir al menos en la miseria, esto es sólo una consecuencia de la vanidad, de la ambición, ya que si bien es cierto que las queridas deben invertir en ellas mismas porque es el producto que ofrecen, creo que algunas se pasan en excesos y el asunto se les escapa, como la arena entre los dedos, esto reconozco que no es culpa suya, sino de ella. Pero usted, tarde se dio cuenta, cuánto ella deseaba volver a verlo y tener el consuelo al menos de morir en sus brazos, aunque en el fondo esa fuera su esperanza, también en el fondo se hubiese avergonzado de que viera usted su apariencia como bien se lo dijo, sí, es mejor que la recuerde como es. ¿Pero como ha podido usted exhumarla y tener el valor de ver su cadáver? ¡Es usted un enfermo! ¿Qué su compañero, el señor Dumas, no le dijo lo impactante que fue para él presenciar semejante escena? Y eso me incluye a mí como lectora e imagino que a los demás, ¿Puede ser usted más tétrico? En ese momento yo perdí el hambre y el sueño.

Ya no llore usted señor Duval, ya no tiene caso, su desahogo no tendrá fin porque ya es tarde, si quiere hacer algo de provecho vaya y arránquele la cabeza a la hipócrita de Prudencia, usted me ha indignado más cuando me enteré que le ha dado más dinero luego de que esa mujer se atrevió a hablar mal de Margarita, de quien tanto se sirvió viviendo a sus costillas, y claro, ahora que la chica está muerta y no puede defenderse, por fin le escupe todo su veneno y envidia, esa vieja ordinaria si merece lo peor. No le muestre usted ningún tipo de lástima que con eso lo engatusa, en cambio si quiere escuchar la única verdad se la podrá contar Julia, pero lo cierto es que usted no vivirá tranquilo lo que le reste de existencia, no cuando sólo ella estuvo como testigo de la agonía de Margarita. Yo hubiese querido conocer a la señorita Gautier, escuchar la otra parte de su historia aunque me lo hubiese contado en su lecho, le juro que transcribiría palabra por palabra y así cotejar, con lo que recopiló el señor Dumas, posiblemente una historia menos dramática aunque lo dudo, sin embargo y como escuché una frase de que “el corazón de la mujer es un profundo mar de secretos” entérese usted, que posiblemente ella se llevó muchas cosas a la tumba y contra eso no hay nada que hacer. He conocido su versión de la historia señor Duval, por desgracia, no puedo conocer la versión de ella desde el principio. No obstante, admiro el respeto que el señor Dumas le profesó a la chica llamándola “La Dama de las Camelias” esto supongo (no como él mismo lo dice) por el gusto de ella hacia la flor y lo que como una verdadera mujer fue capaz de sacrificar; el amor hacia usted a costa de su propia vida. Trate de ser el mismo si es que puede porque la sombra de Margarita Gautier y de esa pasión ardiente en la que vivieron, le perseguirá a usted, por el resto de su vida.

Con sinceridad, se despide de usted tratando de olvidar que lo conoció;

Itxa B.

 

P.D. Por favor, piénselo muy bien si en los años venideros, usted ya tal vez, con las heridas cicatrizadas (pero no curadas) pretende contraer matrimonio porque no sería justo que usted condenara a su compañera a una vida triste y vacía, teniendo siempre la sombra de un romance que es incapaz de olvidar y que le es imposible revivir. No le oculte ese idilio a su futura esposa, cuénteselo y deje que ella decida si se casa con usted o no. Si me lo preguntara a mí, le diría un rotundo no, pero me consuela saber que no lo hará. Tampoco vaya a atentar contra su vida si el peso de la misma ya no lo soporta, aguántese y sobreviva como pueda, que algún día podrá reencontrarse con ella.